La situación de la vivienda en La Habana está pasando por sus etapas más críticas. Las cuarterías o “solares” son actualmente de las pocas opciones que quedan para evitar el desamparo total, casi a la misma altura que los «llega y pon», viviendas ilegales, rústicas e improvisadas con materiales de desecho. Esta es la única alternativa para residir en una ciudad donde las casas colapsadas o inhabitables casi que superan a las en buen estado constructivo o a la edificación de nuevos inmuebles.
Las más recientes estadísticas muestran que las cuarterías y ciudadelas ilegales en La Habana se han incrementado a un promedio de 20 nuevas por año desde 1990, y una cifra incluso mayor en los últimos 5 años.
Las severas condiciones de insalubridad (poca ventilación, humedad, oscuridad y carencia de instalaciones de agua, electricidad, cocina y acceso al alcantarillado), el hacinamiento y los pobres estados constructivos en estos lugares han posibilitado el aumento de derrumbes y brotes epidémicos.
Muchos de estos antiquísimos inmuebles convertidos en desastrosos edificios multifamiliares presentan tal condición estructural en la escalera principal que muchos vecinos temen subir o bajar de sus casas por si se derrumba cuando estén sobre o debajo de ella.
En Centro Habana, municipio donde se concentra el mayor número de cuarterías de La Habana, muchos de las edificaciones se han declarado inhabitables, pero sus vecinos no han sido desalojados con fuerza policial y ellos no se han ido por propia voluntad a vivir en albergues por quién sabe cuánto tiempo.
Es bastante común que estos recintos comenzaran siendo habitados por 12 o 15 familias y que las duras circunstancias de vivir en este país las llevaran a compartimentar sus propiedades y vender sus viviendas por trozos, creando verdaderos laberintos en estos edificios.
Uno de los vecinos explicó que aquellos que tuvieron las posibilidades construyeron sus barbacoas, aprovechando la falta de espacio y el puntal alto de muchas edificaciones coloniales, pero que ha ido deteriorando la estructura del inmueble. Agregó que hay dos cuartos al fondo que han cedido al peso de las placas, por lo que han sido apuntalados”.
Estas placas intermedias y otras soluciones, que por innovadoras no dejan de ser precarias, no consideran muchas de las características de la estructura de los edificios, como poner tanques para el almacenamiento de agua o el mecanismo de apertura y cierre de ventanas en paredes de carga.
La arquitecta de la comunidad, Zurama, indicó que esto contribuye al deterioro de los inmuebles pues son edificios que llevan décadas sin mantenimiento y que fueron pensados para acoger a treinta personas, no doscientas.
Sin temor a exagerar, se puede afirmar que en los municipios más densamente poblados de la capital existen alrededor de dos ciudadelas por cada cuadra.
Áreas como las aledañas a la Terminal de Trenes, la Calzada de Diez de Octubre y las calles Reina y Monte albergan una gran cantidad de cuarterías insalubre; tantas que fácilmente superan al número de construcciones capaces de cumplir con los parámetros mínimos necesarios para el desarrollo normal de una familia.
Entonces, no hay que recorrer mucho el centro de la urbe para notar que «solar» es también sinónimo de miseria y abandono.