El poblado costero de Isabela de Sagua experimentó un florecimiento económico luego de concedidas algunas flexibilidades para el trabajo por cuenta propia hace una década, por lo que ahora los platos de mariscos están costando lo mismo la mitad que el doble del monto razonable.
La “Venecia de Cuba” ha evolucionando tanto en ese tiempo que supera con creces al sector estatal de la zona. Por supuesto, las inspecciones del Gobierno han aumentado notablemente.
La bella Isabela de Sagua, Villa Clara, ahora ofrece numerosas propuestas gastronómicas, pero hasta hace 8 años, los visitantes debían recurrir al amplio mercado informal de pescados y mariscos para disfrutar de una apetitosa comida.
No obstante, en el puerto que continúa sin tener ningún valor comercial se pueden degustar los mejores ostiones de la isla, los que se asegura que constituyen el plato de mayor demanda entre la clientela nacional y extranjera que visita el poblado.
Sin embargo, el enorme éxito que disfrutan los establecimientos privados de la zona, donde sirven grandes raciones de marisco y se disocian de la corrupción característica del servicio estatal, ha generado alarma en la autoridades cubanas. La mayoría de los propietarios concuerdan con que el motivo es, probablemente, damnificar sus ganancias con multas, decomisos y hasta el cierre.
Aprovechando el reforzamiento de los controles a los negocios privados, los restaurantes del Estado han comenzado a incluir en las ofertas una variedad de mariscos, pero el plato no baja de los 275 CUP en contraposición a los 150 CUP.
Tan cerca de la costa, comprar marisco del congelador de una tienda resulta ridículo, algo que los inspectores no comprenden al reclamar a los propietarios que enseñen facturas de la compra del producto en una vía oficial.
El pueblo ha recurrido al mercado negro principalmente debido a la negación a los ciudadanos de poder usar embarcaciones con motor para una labor de pesca de mayor volumen en aguas territoriales, así como la prohibición de la venta de productos directamente desde los pescadores particulares hacia los cuentapropistas.
Dado que los pescadores se ven obligados a vender fuera de los marcos establecidos, en parte debido a que la venta al Estado se efectúa a precios irrisorios, se arriesgan a una serie de multas y decomiso de bienes como la misma embarcación, así como las sanciones que enfrentan los propietarios de paladares, entre las que se encuentra el propio cierre del negocio.
Luego de los destrozos que provocó el huracán Irma en Isabela de Sagua, el poblado se volvió a levantar gracias a los mariscos, producto que representa a la par el riesgo y la supervivencia de sus habitantes.