Luego de la nacionalización del hotel Habana Hilton en 1959, rebautizado por el nuevo gobierno popular como Habana Libre, este ha sido operado por distintas cadenas internacionales tras asumir la incapacidad de proveer mantenimiento a las instalaciones. Guitart, megalómana cadena española, asumió la dirección del hotel en 1998, una vez confirmada la apertura al comercio y turismo internacional y otras medidas de reforzamiento económico que se vio obligado el Estado a implementar.
En el año 2006, pasó a manos del grupo internacional Gran Caribe con comercialización de parte de la compañía Meliá Hotels International de dicha nación europea, famoso por sus instalaciones en costas mediterráneas y su posterior expansión hacia el área caribeña, por lo que la administración es, desde entonces, conjunta entre ambos países. Por ende, fue colocado en su división Tryp de hoteles urbanos, y renombrado Hotel Tryp Habana Libre.
El proyecto del arquitecto Welton Becket, fue un encargo del Retiro Gastronómico de Cuba. Sus propietarios, los obreros gastronómicos, fundaron la empresa autogestionada a partir de 14 millones de pesos provenientes de los fondos de su caja de retiro como una inversión para asegurar de por vida la financiación de la jubilación del gremio. El apelativo Hilton fue fruto de un convenio entre los trabajadores/dueños y la empresa hotelera internacional homónima, a modo de aprovechar a nivel de franquicia todas las ventajas de la pertenencia a la cadena y dicho nombre.
Para ornamentar la fachada, fue Amelia Peláez, una de las más distinguidas artistas de la etapa, la que asumió el reto con placer de conformar un mosaico monumental. La pieza de teselas de pasta vítrea fue manufacturada siguiendo el boceto de Peláez en Murano, Italia a cuenta de Luis Schodeller, quien, por una módica suma de trescientos mil dólares, corrió con la elaboración y el montaje.
A veces también denominado “Naturaleza Muerta”, el mural, que en realidad se titulaba “Frutas Cubanas”, estaba conformado originalmente por seis millones setecientas mil diminutos fragmentos cúbicos de pasta de vidrio coloreado. El rango cromático, a pesar de lo sencillo que al oído podría parecer, se mantiene en la combinación de blanco, gris, negro y una escala de nueve tipos de azul, formando una composición formidable sobre un área de sesenta y nueve metros de largo por diez de alto.
El emplazamiento comenzó a principios de 1957, ubicando de izquierda a derecha los cuadrados de cristal. Estos eran removidos de sus huacales en exactamente la misma sucesión en que había sido embalados para luego fijarse en la pared cementada previamente. Los obreros presentes en el montaje se reconocían como los del “mural de Amelia”, sin recaer siquiera en el nombre oficial de la obra.
Con una vista privilegiada de El Vedado habanero, céntrico como ninguno y representando el pleno dominio de lo cubano de los 50, el mural devino una ceremonia de estreno el 22 de diciembre de 1997 y, corriendo los 60, se vino abajo (en parte, literalmente) debido a desprendimientos parciales que obligaron la sustracción total de las piezas, que no fueron restituidas a su lugar de origen hasta finales de la década del 90 en consecuencia a impedimentos de tipo financiero como carencia de recursos, posibilidades de ejecución, etc.
Un gran trozo de la obra se derrumbó sobre la zona de la alberca y provocó heridas que luego resultaron fatales en dos personas que tomaban el sol. De forma similar, en el Viernes Santo de 1960, dos transeúntes quedaron bajo una montaña de concreto seco y pedazos cortantes de cerámica, que provocaron la muerte de ambos horas más tarde en el hospital Calixto García. Casualmente, los accidentados resultaron ser Zita Coalla, una famosa bailarina del cabaré Tropicana y su prometido.
La obra cobró vida nuevamente tras la colocación de paneles de hormigón reforzado, enchapados con los mosaicos del mural.
Mientras corrían los años de plena operación popular, el hotel centró sus acciones hacia el turismo nacional. Quedó infrautilizado por unos años y reutilizado para otras funciones como constituir la sede por un período de la Embajada de la Unión Soviética en Cuba, aunque luego retomaría el dar hospedaje a importantes figuras extranjeras en su paso por el país.