Todavía más de un millar de migrantes se encuentran varados en la localidad de Necoclí, Colombia, a merced del frío, el hambre y el riesgo de contraer enfermedades por las pobres condiciones higiénicas, entre los que se hallan muchísimos cubanos.
Gracias a una protesta que un grupo de ellos (mayoritariamente haitianos) llevaron a cabo a principio de semana, ya un primer conjunto partió en una lancha hacia Capurganá, municipio fronterizo con Panamá, donde se pretende aunar fuerzas con las autoridades locales para crear un «puente humanitario» que evite que todos los migrantes que quieran llegar al país tengan que cruzar a pie la selva del Darién.
Un habanero que se aventuró en esta travesía desde Uruguay, Emanuel Novoa, de 26 años, dice estar varado en la playa porque no tiene dinero para pagar las lanchas ilegales que han estado saliendo desde esa costa del departamento de Antioquia.
El muchacho declara en directo a medios independientes cubanos y colombianos que cubren el suceso cómo puede subirse al fin en una lancha que le pidió 65 dólares, cuando los coyotes pedían unos 400.
Desde la playa, el trayecto en lancha hasta Capurganá se lleva unos 45 minutos. No obstante, en la frontera se puede complicar el trámite.
El cierre de frontera entre Colombia y Panamá por la pandemia de coronavirus ha provocado que cientos de migrantes provenientes de Haití, Cuba y algunos países africanos se acumularan en Necoclí. Las autoridades comenzaron recientemente a tomar acciones para resolver la situación de este campamento nómada improvisado.
Novoa asegura que la situación era mucho peor antes de que los medios de prensa comenzaran a reportar sobre el asunto. Las autoridades pertinentes de ambas naciones involucradas comenzaron con la venta de boletos para el traslado legal hasta el otro lado del Golfo de Urabá, el que se inauguró este jueves.
Los acampados han subsistido hasta ahora gracias a algo de comida que los residentes del poblado les regalaban.
A pesar de que la localidad de Necoclí ha reportado muy baja tasa de contagios del virus de la COVID-19, este campamento podría revolucionar la situación epidemiológica, dado que el municipio no tiene agua potable y todos los migrantes se encuentran hacinados y sin cumplir con ningún tipo de protocolo sanitario de seguridad.
Novoa, quien reitera que los migrantes tienen aún la esperanza de crear un puente humanitario entre Colombia y Panamá, reitera que no pasarán por los diferentes campamentos del Darién. Primero se trasladarán hacia Capurganá (en Chocó, Colombia) y de ahí a otros puntos, siemore con la asesoría de guías del Gobierno colombiano como apoyo en el camino.
Novoa trabajaba como maestro en Cuba y se preparaba cursando el tercer año de Educación Especial en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, hasta que decidió migrar buscando mejores oportunidades. En su travesía, se estableció durante unos meses en Surinam y Uruguay, y desde entonces se encuentra intentando alcanzar tierras norteamericanas.
Por su parte, Surayma Bosque, quien viaja junto a su esposo y sus dos hijos pequeños, tiene claro que, de no poder llegar a Estados Unidos, la familia se establecerá en México. «Regresar a Cuba no es una de mis opciones. Y tengo fe en que lo vamos a lograr», recalca.