Quien llega a Santiago de Cuba no puede dejar de visitar el céntrico Parque Céspedes y, de este modo, conocer el corazón de la ciudad. Allí, se erigen numerosos gigantes arquitectónicos que mezclan el estilo colonial con un toque de modernidad. Hoy, quiero contar la historia de uno de esos gigantes, uno en verdad espectacular. En la esquina de
las calles San Pedro y Catedral se alza el famoso Hotel Casa Granda, el más antiguo de la villa Santiago de Cuba.
Era el siglo XIX y el muy rico señor Don Manuel de Granda decide edificar una gran mansión justo en la entonces llamada Plaza de Armas. Un siglo después, los vecinos de la localidad seguían reconociendo la construcción con el nombre de Casa de Granda, solo que durante el siglo XX comenzó a funcionar como una casa de huéspedes,
especialmente para funcionarios y trabajadores del ferrocarril, ansiosos de descansar después de largos viajes.
El presidente de la compañía de ferrocarriles en Cuba, Don Horacio S. Rubens, abogado norteamericano amigo de José Martí y muy cercano a Tomás Estrada Palma, tiene la iniciativa de construir en la gran mansión un hotel. Así pues, los preparativos comienzan el primero de junio del año 1913 bajo la dirección del arquitecto santiaguero
Carlos Segrera y la firma Amigos y Hermanos. La edificación solo duró seis meses, un tiempo más que impresionante para la época y, aun mayor si a eso le sumamos la calidad de la construcción. El Hotel Casa Granda abrió sus enormes puertas para mostrar una ejecución magnifica, digna de los mejores hoteles de las grandes ciudades del mundo y resistente a tormentas y huracanes.
Así lo registra una crónica en el diario La Independencia, con fecha del 11 de enero de 1914, donde se detalla la magnitud del edificio, marcado por su elegancia y su profusa iluminación y, además, se le describe como un palacio de Las mil y una noches. El hotel contaba con tres pisos que incluían cincuenta habitaciones dobles con baño propio y 18 sencillas con servicios comunes. La decoración adquiría un toque citadino a causa de los maravillosos y costosos muebles traídos directamente de la ciudad de Nueva York.
Sin embargo, la estancia más espectacular del hotel era la azotea. Antiguamente funcionaba como espacio para las habitaciones de los empleados y los tanques de agua, pero años después, se convertiría en un «roof garden», en consonancia con la moda arquitectónica de entonces. Allí, los huéspedes disfrutaban de un excelente servicio y una vista de ensueño. De este modo, mientras el mundo se sumía en una terrible situación a causa de la Primera Guerra Mundial, Santiago de Cuba y su plaza hotelera constituían un punto de paz y alegría para todos aquellos que quisieran resguardarse de los cambios del mundo.
En 1953, Casa Granda fue reparado y mejorado. Un año después los Ferrocarriles lo venderían a la firma Losada, López, Lacau, S.L., que arrendaría varias instalaciones del hotel a los dueños del «Cabaret Montmartre», quienes emplearían los salones para colocar casinos de juegos. La fama del hotel continuaría en los años venideros y sus
muros verían pasar al pueblo santiaguero y a célebres personalidades del mundo, muchas de las cuales dejaron la huella de su paso en el pasillo que conduce al Bar 500, una especie de Hall de la fama. Por él pasaron los artistas mexicanos Tito Guizar, Jorge Negrete, Pedro Vargas y Eva Flores; los españoles Pedrito Rico e Imperio Argentina; el
escritor Graham Greene y el novelista peruano Ciro Alegría; el actor norteamericano Errol Flynn y la cantante y actriz Libertad Lamarque. Asimismo, glorias del deporte mundial como Joe Luis y el formidable jugador Babe Ruth.
El Hotel Casa Granda sigue impetuoso en el Parque Céspedes, guardando las miles de historias que corrieron por sus paredes, siendo el guardián de memorias pasadas y el testigo de muchas presentes. Un recorrido por su instalación puede ser un recorrido por la historia de la cultura y el espectáculo santiaguero, marcado con las huellas de los grandes. El viejo caballero de blanco, como a veces se le llama, aun permite a sus huéspedes disfrutar de hermosos atardeceres coloniales y cuando cae la noche, esta se viste de puro Sabor Santiago, espectáculos y música autóctonos de la ciudad santiaguera.
Así que, ya saben, si visitan Santiago de Cuba, no pueden dejar atrás la magnífica joya del Parque Céspedes, el Hotel Casa grande, un gigante que perdura en el tiempo.