La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca ha devuelto la esperanza para un sinnúmero de cubanos acerca de volver atrás en lo que respecta a muchas políticas y sanciones aplicadas por el gobierno de Donald Trump y, en especial, de que Biden reanude una política de distensión, dicho por el principal diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) responsable de los vínculos con Estados Unidos, Carlos Fernández de Cossío.
La nueva administración, según el representante, conoce más a profundidad la Isla y la historia de las relaciones entre ambas naciones que todas las gestiones anteriores a lo largo de sesenta años.
Comentó, además, que el programa de Biden sugería un reinicio de los lazos cubano-estadounidenses donde mismo lo dejó el gobierno de Obama, del cual formaba parte.
«Lo que no hay duda es de que se puede revertir todo en el corto plazo, si esa fuera la voluntad del Gobierno», aseveró mientras esclarecía que las autoridades cubanas responsables estarían abiertas a diálogo, una vez reiterada la intención del Gobierno cubano de no hacer concesiones políticas para obtener flexibilización en las sanciones.
El funcionario consideró la nueva situación con aparente optimismo, puesto que el equipo de Biden incluye activos que ya habían establecido interrelaciones con Cuba como el cubanoamericano Alejandro Mayorkas, secretario del Departamento de Seguridad Nacional de EEUU y principal negociador en la reanudación de relaciones entre el gobierno de Obama y la administración de Raúl Castro.
«Este equipo (de Biden) tiene más experiencia que ninguno anterior en los últimos 60 años», indicó Fernández de Cossío.
Según autoridades diplomáticas cubanas, Trump estableció una cifra superior a las 200 sanciones hacia la isla, sumadas al embargo comercial a Cuba, incluyendo los viajes desde Estados Unidos.
Durante la campaña de Biden, quien fuera vicepresidente durante la administración de Obama, se prometió que se revertiría la política de Trump hacia de la Mayor de las Antillas, que implica los recortes a los viajes y las remesas, dado que «han infligido daño al pueblo cubano y no han hecho nada para promover la democracia y los derechos humanos».
No obstante, analistas de ambos países y del mundo mantienen la pregunta que cuestiona la rapidez y magnitud del diálogo y el desarrollo, teniendo en cuenta las limitaciones políticas.
Son muchos los cubanos que se benefician de la reapertura a Estados Unidos, tanto el Gobierno como los de a pie. Mientras algunos esperan la ampliación de los viajes de Estados Unidos a Cuba, dígase las autoridades o los tantos emprendedores que dependen del buen flujo de turistas hacia sus establecimientos para prosperar, otros ya comenzaron recogidas de firmas para convencer a la administración de Biden de que reinstaure las actividades de su Embajada en La Habana, especialmente el procesamiento y entrega de visados.
El ex-diplomático cubano Carlos Alzugaray consideró que, mucho más remotamente, es una posibilidad que Biden levante el embargo a Cuba, pues tiene el control de Congreso estadounidense.
Pero no hay que alzar tanto las expectativas, puesto que una serie de factores inalterables e irresolutos intermedian el acercamiento, como los son el apoyo cubano al gobierno de Nicolás Maduro, el recrudecimiento del trato hacia los opositores en la isla, la incógnita que reina sobre los incidentes que provocaron la partida de los diplomáticos de la Embajada en La Habana, así como la incertidumbre sobre si una mejor relación bilateral puede afectar la sucesión de gobiernos para el Partido Demócrata.
«Existe un peligro (…). La Administración Biden volverá a caer en el viejo hábito de un enfoque poco sistemático de quid pro quo en el cual Estados Unidos solo toma medidas limitadas y exige concesiones cubanas sobre su política interna», alertó el profesor de la American University, William LeoGrande, a lo que añadió que «esta es una fórmula para la parálisis».