Según la publicación en el perfil de Facebook de una cubana residente en España, en los bancos de comida y en los comedores sociales de dicha nación se están donando camarones y café cubanos, ambos productos altamente demandados en Cuba dada su reciente y crítica escasez (especialmente el café, una de nuestras tradiciones más respetadas y apreciadas), y los que ahora se hallan con precios inauditos para los cubanos.
Artinay Reyes Vega posteó la información de que los productos caribeños altamente codiciados en el territorio nacional se estaban dando a organizaciones de caridad para regalarse a los más necesitados, y la indignación que empapaba el asunto hizo que se volviera viral en a penas 3 horas.
El organismo oficial de la Iglesia católica, Cáritas Española, el que recibe donativos por parte de supermercados y comercios del país (a parte del popular programa televisivo español Masterchef), ha sido el encargado de suministrar estos productos en algunas zonas de Madrid.
Muchos internautas mostraron serio descontento con la presunta evidencia de que Cuba ha estado exportando sus productos más demandados por sus ciudadanos al extranjero, sin importar que los propios cubanos no puedan disfrutar de ellos debido a la grave carencia, siendo todo una dura crítica a la moralidad del Gobierno de la isla.
Sin embargo, hubo muchos otros usuarios que compartieron el criterio de que dicha información era improbable y hasta absurda de creer.
Un perfil entre ellos no cuestionó el hecho de que si el Gobierno de España compraba el producto cubano, tenía o no total derecho de cederlo a caridades o hacer con él lo que creyera mejor, pero sí criticó la ironía de que si en Cuba no hay comida suficiente para la población y casi todo se tiene que importar, cómo es que se da el lujo de exportar alimentos.
Otra persona fue más que tajante al implicar que es una “falta de respeto” con el pueblo cubano el estar inmerso en condiciones míseras y que uno aquí no pueda ni comer pescado.
Degustar cualquier tipo de marisco en el país ya es un sueño para la mayoría o una realidad sólo para el que se pueda permitir comer en un restaurante cada dos por tres.
Ya la mayoría de la población no recuerda cómo sabe el camarón, la langosta y los pescados de mar (pargo, cubera, aguja, robalo).
Los derechos sobre estos productos están reservados para la exportación o para la adquisición a través del mercado informal (corriendo el riesgo de servir tiempo de cárcel).
El reclamo más generalizado del pueblo es el no poder comer pescado cuando vivimos en una isla rodeada de mar. Las formas de pesca nacionales sí son obsoletas e improductivas en extremo, pero parte del problema nace de condiciones puramente geográficas.
A pesar de que Cuba es una isla, las aguas que la rodean no están precisamente plagadas de especímenes marinos de gran riqueza nutritiva. La población no comprende que Cuba, al contar con tanto territorio insular de poca profundidad, no reúne las cualidades para albergar grandes cardúmenes. Pero aún así, es impensable el esfuerzo que tiene que invertir un cubano en nutrirse con algo que no sea pollo.
El internauta Sadiel Alexander Pupo aseguró que dos conocidas suyas (Yamilet Varona y Dorys) fueron penalizadas con 8 meses de privación de libertad por robar unas libras de camarones del puerto de Santa Cruz. Su único interés era alimenticio, y solo lo venderían si hacía falta para cubrir los gastos más priorizados del hogar, pues la mercancía no era suficiente para ser comercializada.
Manuel Sobrino Martínez, ministro de la Industria Alimentaria en Cuba, comentó recientemente en televisión nacional que distribuir ese tipo de víveres entre toda la población implicaría prescindir de alimentos más demandados e necesarios como la leche de los niños.