En el corazón del centro histórico de Santiago de Cuba se encuentra la casa de vivienda más antigua conservada en Cuba y América. Esta estructura del siglo XVI es un fiel testimonio de la influencia de la arquitectura mudéjar, caracterizada por su construcción hermética en sillería y la presencia de ventanales con elaborados entramados de celosías. Por esta razón, se la considera uno de los museos más destacados no solo en el país, sino también en toda Latinoamérica. La casa fue propiedad de Diego Velázquez de Cuellar, un conquistador que arribó a América en 1493 en el segundo viaje de Colón, y quien mantuvo la propiedad hasta su fallecimiento en 1524.
Con el paso del tiempo, la vivienda se transformó en el Museo Histórico de Ambiente Cubano. En este proceso, se enriqueció con mobiliario propio de la época colonial y se sumó a la experiencia del museo una casa adyacente del siglo XIX, que a pesar de su historia más breve, ostenta notables valores arquitectónicos. A lo largo de más de quinientos años, esta casa ha acumulado innumerables historias, variadas y diversas. Algunas son idílicas y repletas de romanticismo y amor, mientras que otras rozan lo mítico y aterrador. Una de ellas involucra a los esclavos, quienes supuestamente eran castigados y arrojados a los antiguos hornos de fundición de oro cuando ya no eran empleados con ese propósito.
La leyenda cuenta que durante las tardes, un velo blanco ondea por los pasillos de la Casa de Diego Velázquez, portado por una joven mujer cuyo rostro afligido traspasa incluso el velo. En las escaleras, tanto dentro como fuera de la casa, se dice que un joven esclavo travieso empuja a las personas, provocando caídas. Además, un persistente olor a tabaco llena el aire del lugar y se extiende hasta el patio. En contadas ocasiones, se ha podido vislumbrar la figura que produce este desagradable olor; algunas veces, se le ha visto sentado en una de las sillas de la colección o en las escaleras que conducen a las oficinas. Sin embargo, la mayoría de las personas afirma haber experimentado este fenómeno debido al fuerte olor que impregna el ambiente.
Los testimonios sobre apariciones, travesuras, olores penetrantes, puertas y ventanas que se abren y cierran sin motivo aparente, y sonidos cuyo origen es desconocido, son frecuentes. Aunque para algunos estas experiencias puedan ser consideradas «meros cuentos para asustar a los niños» o para atraer la atención hacia la antigua casa en el céntrico Parque Céspedes, muchas personas, incluyendo guardianes, visitantes, músicos y empleados del lugar, aseguran que estos hechos son verídicos. De hecho, varios trabajadores del Museo de Ambiente Histórico Cubano renunciaron a sus puestos debido a estas experiencias. Una secretaria, por ejemplo, al toparse con uno de los «fantasmas» recurrentes de la casa, huyó asustada en busca de sus pertenencias, jurando nunca regresar al lugar. Hasta el día de hoy, ha mantenido su promesa.
Los trabajadores del museo cuentan que, en diversas ocasiones, entre las 11 y las 11:30 de la mañana, se escucha un estruendo procedente del falso techo en una de las salas museables de la gran casa. El sonido es comparable al de algo chocando contra el techo, pero hasta ahora nadie ha logrado encontrar la causa de este escalofriante ruido.
Se han realizado búsquedas en busca de animales, nidos de aves o murciélagos. Incluso, debido a la intensidad del ruido, se ha especulado que podría tratarse de algo roto o de marcas de un impacto. No obstante, hasta la fecha, no se ha encontrado ninguna evidencia que respalde estas suposiciones.
Los especialistas del Museo de Ambiente Histórico Cubano consideran que estas anécdotas podrían explicar la existencia real de fantasmas en la casa más antigua del país, fundada en el litoral cubano. Según esta teoría, los vestigios de aquellos que sufrieron en carne propia el horror vivido entre esas paredes podrían ser la causa de estas apariciones.
