El 3 de enero de 1961, Washington anunció oficial y unilateralmente que rompía relaciones con el gobierno de Cuba, una medida que se extendió hasta el 17 de diciembre2014, cuando el demócrata Barack Obama y Raúl Castro recompusieron el vínculo, en una audaz jugada que incluyó una visita del mandatario estadounidense a la isla, en marzo de 2016.
Cuando Estados Unidos rompió las relaciones, la Revolución llevaba en el poder dos años, en los que Washington y La Habana se habían ido alejando por el progresivo acercamiento de Cuba a la Unión Soviética, por el aliento a grupos que se oponían abiertamente al proceso revolucionario , por diferencias comerciales y hasta por el destrato que Fidel Castro recibió en una visita a la capital estadounidense.
Las tensiones, sin embargo, no comenzaron apenas triunfada la Revolución, el 1° de enero de 1959. Por el contrario, Fidel Castro visitó Washington en abril de ese año y colocó ofrendas florales en homenaje a los expresidentes Abraham Lincoln y Thomas Jefferson.
Pero el desaire que significó que no lo recibiera el mandatario Dwight Einsenhower y sí, en cambio, el vice Richard Nixon, pareció una señal de lo que sería la relación futura.
En esos dos años hubo una suerte de manoteo político, de ‘yo te doy’, ‘tu me das’, hasta el momento de la ruptura. Estados Unidos dejó de comprar azúcar, y la URSS dijo ‘yo compro’. Después, Estados Unidos dejó de vender petróleo, y la URSS dijo ‘yo vendo’. Esa fue la entrada formal de la Unión Soviética a este escenario.
Washington no vio, o no quiso ver, el peligro que significaba la confrontación con Fidel, de cara de brindarle a la Unión Soviética un núcleo de poder ‘socialistoide’ en América Latina, porque, de alguna manera, subvaloró la capacidad de superación de cada acción de parte del Gobierno cubano, y subvaloró la capacidad de URSS de entrar a la región.
En paralelo, la retórica cruzada escalaba cada día: Fidel acusó a Estados Unidos de entrenar mercenarios para una futura invasión de la isla y Einsenhower autorizó a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para que iniciara el entrenamiento de refugiados cubanos para una posible invasión.
La nacionalización de las empresas por parte del Gobierno cubano y la prohibición de las exportaciones hacia la isla por parte de la administración de Estados Unidos –una suerte de paso previo al bloqueo- terminaron por dinamitar la relación. A la ruptura siguió, apenas meses después, el intento de invasión en Playa Girón.
La invasión, de Bahía de los Cochinos, repelida por Cuba, sería el primero de una serie de planes para desestabilizar al gobierno de Castro, incluyendo la chance de asesinar al gobernante.
Un informe secreto del Comité de Inteligencia del Senado estadounidense reconoció 8 intentos de matar a Fidel solo entre 1960 y 1965.
En medio se dio la llamada “crisis de los misiles”, 1962, cuando un avión de reconocimiento de Estados Unidos fotografió la instalación soviética de rampas de lanzamiento de misiles de alcance medio.
En ese contexto, aumentaron también las restricciones comerciales, y a la expulsión de Cuba de la OEA, en enero de ese año, se sumó la formalización del bloque absoluto por parte de Washington.
Los ataques cruzados siguieron por años, y recién en 1977, con el demócrata Jimmy Carter en la Casa Blanca, los dos países abren una sección de Intereses Comerciales en sus capitales. Pero el pequeño avance se derrumbó con la llegada del republicano Ronald Reagan al poder.
El resto de la historia es más cercana
Republicanos y demócratas pendularon en la relación con La Habana, y, el 17 de diciembre del 2014, 53 años y 14 después, Obama y Castro restablecieron relaciones y reabrieron sus respectivas embajadas.
El actual presidente saliente, el republicano Donald Trump, derribó esa iniciativa y hasta endureció el embargo, aunque el triunfo electoral y la inminente asunción del demócrata Joe Biden abren una nueva perspectiva.
La agenda de los demócratas es distinta: quieren retomar las relaciones comerciales, con la idea de inundar el mercado cubano de los valores del emprendimiento y del capitalismo, porque creen que así se llega a la deconstrucción interna de los paradigmas del comunismo.
De cara al futuro, con Biden, las perspectivas son favorables porque supuestamente debe haber espacio para retomar las conversaciones y aliviar las sanciones directas.