Cuando hace algunos años uno de los vaticinios era que iba a rodar una cabeza importante, la gente en la isla comenzó a especular que se trataba de un altísimo cargo. Sus organizadores no tardaron en puntualizar en conferencia de prensa que tales predicciones no eran solo para Cuba, sino que “para el resto del mundo”.
Lo cierto es que si cada día aumentan los partidarios de ese ancestral ritual traído de tierras africanas en épocas coloniales, al igual que la asistencia a templos católicos o evangélicos, el cubano de hoy confirma con su actuar lo dicho en su tiempo por aquel alemán de blancas barbas llamado Karl Marx que aseguraba que en momentos de crisis las personas solían abrazarse en plan consuelo a alguna creencia religiosa.
La tan esperada Letra del Año que creyentes y no creyentes aguardan con impaciencia cada 31 de diciembre, este año por venir difícilmente nos traiga algo positivo salvo que comience a aplicarse la vacuna cubana contra el coronavirus y se erradique el peligroso mal que ha echado por tierra toda actividad en estos doce meses del 2020.
Y tal buena nueva no requerirá de lanzar sobre un paño rojo de terciopelo un grupo de caracolas, sino que tal beneficio colectivo se encuentra a punto de ser alcanzado con fabricación nacional. De tal modo, lo que ocurrirá en el 2021 será harina de otro costal y merece minuciosa lectura.
Curiosamente, no pocas de estas predicciones coinciden en ocasiones con los propósitos políticos, económicos y sociales emitidos por las altas instancias del gobierno y que me disculpen por tan atrevida afirmación sus seguidores y creyentes.
De cualquier forma, dado el espíritu controversial del acto adivinatorio, no pocos cubanos simples o con altas responsabilidades partidistas, estatales o gubernamentales estarán muy pendientes de la llamada Letra porque de que influirá en el pensamiento y actuar de millones de cubanos es tan cierto como el día y la noche.
Y mucho ojo, que en Miami, España y el resto de Europa no faltarán ojos para prestarle debida y apasionada atención.