Un naufragio ocurrido esta semana ante las costas de Capurganá concluyó con 21 cubanos, 20 adultos y una niña de un año, internándose en la selva del Darién, fronteriza con Panamá, a menos de un día de haber sido rescatados.
Temiendo la deportación o la retención en Colombia, los cubanos decidieron tomar la denominada «Ruta de la Muerte», zona con peligros por doquier en la que ha muerto gran número de emigrantes en el intento de llegar a tierras norteamericanas.
El grupo partió de una playa de Necoclí, en Colombia, a las 10:00 pm del 21 de diciembre con la idea de ser trasladados hasta la línea fronteriza de Panamá y Colombia. Se cree que el grupo fue víctima de una operación de una red de tráfico de personas, puesto que pagaron a personas una suma de 300 dólares por cabeza para ser guiados.
Testimonios de habitantes de Capurganá evidenciaron que el grupo se puso en marcha en la madrugada del 23 de diciembre hacia la frontera de Panamá. La inexistencia de organizaciones no gubernamentales que medien la interacción o posible conflicto entre grupos de migrantes y autoridades hace que, en comunidades como esta, los refugiados no cuenten con mucho más que la solidaridad de los locales.
Iván Duque, presidente de Colombia, reconoció recientemente que el fenómeno migratorio en América Latina «ya supera la situación que se vivió en Siria», con la diferencia de que allá la comunidad internacional aporta una cantidad de recursos significativamente mayor a la que se recauda en el continente americano.
Las autoridades de Panamá anunciaron que en la embarcación que naufragó viajaban tres colombianos además de los cubanos que, al parecer, huyeron del lugar y, por otro lado, dieron parte del hallazgo de dos cuerpos presuntamente tripulantes también de la misma lancha en Puerto Baldía, zona adyacente al punto de naufragio.