La elección de Joe Biden como presidente electo de Estados Unidos ha provocado un tibio optimismo en ciertos sectores dentro del gobierno cubano. Para algunos, crea la esperanza de volver a la mesa de negociaciones para reanudar las discusiones mantenidas durante la administración Obama y continuar descongelando la relación a menudo helada entre ambos países.
Sin embargo, todavía hay intransigentes dentro del Gobierno cubano que seguirán exigiendo el levantamiento del embargo económico y la devolución de la base militar en Guantánamo. Raúl Castro y el resto de la dirigencia saben que poner esos dos temas en la cima de la agenda complicará cualquier avance que se pueda lograr.
El principal objetivo del liderazgo anticuado de Cuba es tratar de preservar el control político a toda costa. Si bien en los últimos años hemos visto un nuevo cuadro de jóvenes líderes ocupar puestos clave en el Gobierno, tienen poco margen para promover nuevas políticas. El pueblo cubano y su economía continúan sufriendo como resultado de los sofocantes controles gubernamentales y el deseo de mantener la dependencia del Estado. El gobierno teme el desarrollo de una nueva clase media con medios privados.
Pero Cuba no es una prioridad máxima en la agenda de Biden. Las primeras tareas que enfrentará la administración Biden serán lidiar con el coronavirus, reparar la economía y tratar de encontrar formas de unir al país después de cuatro años del presidente Trump y unas elecciones muy difíciles.
En el frente internacional, la administración Biden comenzará tratando de reparar las fricciones causadas por el presidente Trump con los aliados de Estados Unidos en todo el mundo.
Cuba no será una prioridad en la agenda de Biden a menos que el liderazgo cubano envíe un mensaje a D.C. de que están interesados en hacer avanzar la relación. Cuba necesita dar el primer paso o simplemente tendrán que esperar en la fila.
Si los líderes cubanos se toman en serio la reanudación de las negociaciones con Estados Unidos, deberán cambiar su táctica de culpar a Estados Unidos de todo lo que está mal con Cuba. Recientemente, el gobierno cubano culpó a Estados Unidos por el malestar social liderado por jóvenes intelectuales y artistas que exigían más libertades.
Un paso positivo que Cuba ya ha hecho fue nombrar a una diplomática experimentada, Lianys Torres, para que sirva como su embajadora en los Estados Unidos. Formó parte del equipo negociador de Cuba durante las políticas del gobierno de Obama hacia Cuba.
Una de las soluciones para reparar la economía cubana es la inversión extranjera, particularmente de Estados Unidos. Sin embargo, los riesgos siguen siendo mayores que las oportunidades para la mayoría de las empresas y empresarios estadounidenses, aún cuando el Gobierno anunció hace unos días que por primera vez desde 1959 permitirán que las empresas extranjeras inviertan y tenga capital mayoritario en las compañías y negocios que deseen abrir en la Isla.
En el futuro inmediato, lo mejor que Cuba puede esperar de la administración Biden será la reapertura de la Embajada en La Habana con un embajador recién nombrado, la reanudación de vuelos entre ambos países una vez controlada la pandemia, el límite irrestricto de remesas a familiares y amigos en la isla, y seguir permitiendo que Cuba compre alimentos y medicinas de los Estados Unidos.
Quizás la administración Biden también reconocerá la ventaja de estar más en el campo de juego diplomático en Cuba que simplemente nombrar un nuevo embajador y hacer retroceder las políticas de Trump.
A Estados Unidos le interesa evitar que países como Rusia, China e Irán refuercen su influencia en la isla. La diplomacia no se trata de aprobar todo lo que hace otro país. En cambio, la diplomacia constructiva se trata de explorar oportunidades para promover sus propios intereses nacionales a través del compromiso.
Es poco probable que el gobierno cubano quiera ser visto ofreciendo un apretón de manos a Estados Unidos. Por lo tanto, la administración de Biden eventualmente deberá ser proactiva. Estados Unidos se encuentra mayormente aislado en sus políticas sobre Cuba en contraste con su política de Venezuela, donde cuenta con un apoyo considerable.
Dada la edad avanzada de Raúl Castro y algunos de los otros líderes revolucionarios originales, Estados Unidos se encuentra en una posición única para marcar una diferencia diplomática sobre cómo Cuba podría evolucionar en un futuro cercano bajo un nuevo cuadro de liderazgo civil.