Democráticamente, más de 300 artistas e intelectuales que se manifestaron la pasada semana frente a la sede del Ministerio de Cultura en La habana eligieron a 30 colegas para que hablaran en su nombre con las autoridades culturales, en este caso el viceministro Fernando Rojas. Exigieron diálogo, soluciones a la ausencia de libertades.
El viceministro les prometió una «tregua a la creación independiente», lo cual es ya un indicador de que existía una guerra oficial contra ese sector cada vez más amplio de creadores que no desean estar bajo la tutela de las instituciones culturales gubernamentales. Pidieron, finalmente, que al salir de la reunión no se les apresara, como solía sucederles en las últimas semanas.
Sin embargo, hace solo unas horas el Gobierno cubano rompió con todas esas promesas y el propio presidente Miguel Díaz-Canel dio por rota la tregua, en un acto público de artistas y jóvenes defensores de la Revolución, supuestamente espontáneo aunque luego se sabría que no fue así, se puso el traje de guerrero y volvió a apelar a las consignas de trinchera de siempre: los artistas que se quejaban eran mercenarios, se habían equivocado de país, y Cuba y la Revolución responderían al ataque.
A partir de ese instante, la campaña mediática de descrédito contra los gestores del Movimiento San Isidro, especialmente contra el artista independiente Luis Manuel Otero Alcántara, a quien se le negó cualquier tipo de talento artístico, lo que se extendió a todos los líderes de la concentración en el Ministerio de Cultura, encabezados por la artista Tania Bruguera, el joven teatrista Yunior García, y otros jóvenes creadores, que fueron atacados en los medios de prensa, apresados por la policía política y amenazados con fuertes represalias por «desestabilizar la nación».
El posicionamiento con respecto a las estrategias de lucha de estos dos grupos de artistas ha llegado a ser también manzana de la discordia entre la oposición política o intelectual, tanto en la isla como en el exilio. Unos acusan a los de San Isidro de mediocres; otros son tildados de «dialogueros» y, en ambas esquinas de este improvisado ring de boxeo, se acusan unos a otros de ser infiltrados de la policía política para derribar esta rebelión.
El mismo día en que prometió conversar con los artistas independientes, el gobierno de Díaz Canel hace oficial que no aceptará ningún tipo de diálogo, justificándose en una vieja táctica: según el comunicado, publicado en todos los medios oficiales, tanto lo ocurrido en el Movimiento San Isidro como la concentración de 500 artistas frente al Ministerio de Cultura es una maniobra quintacolumnista de los enemigos de la Revolución Cubana.
Ni los opositores políticos, ni los artistas protagonistas de la huelga, ni los que reclaman diálogo al gobierno, han sabido establecer las necesarias alianzas dentro de la diversidad para encauzar sus justas exigencias por vías alejadas de las usuales capillas divisorias y las diferencias estéticas.
Todo apunta a que nuevamente el gobierno de La Habana logrará contener esta marea que los tomó de sorpresa…