Después de pasar 3 años en prisión por fraude con tarjetas de crédito, Raúl Hernández debería haber sido deportado a Cuba hace dos años. Pero este hombre de 42 años aún vive en Suiza y solo espera desesperado el día de poder regresar a la tierra que lo vio nacer.
Su repatriación se ha retrasado varias veces. “Las autoridades están bloqueando mi salida y no sé por qué”, explica Raúl Hernández. Pidió ayuda a la Secretaría de Estado de Migración (SEM), pero sin éxito. “Ni siquiera pude despedirme de mi madre, que ya falleció”, denunció.
El cubano solo espera una cosa: subirse a un avión y regresar a su país. Ha encontrado las conexiones aéreas necesarias y ya ha hecho arreglos para quedarse con su hermana a su regreso. Todavía tiene una familia allí, incluidos dos hijos. Raúl Hernández incluso tiene planes de “abrir tal vez un quiosco o un snack bar”.
Hernández está deprimido por su condición actual. “No puedo trabajar y no puedo tener mi propia casa”, precisó.
No queriendo vivir en un centro de asilo, duerme con conocidos. Raúl Hernández explica que tiene que “sobrevivir” sólo con 200 francos al mes. Para poder llegar a final de mes muchas veces trabaja de noche en una granja donde cultivan hongos, en la que gana entre 10 y 12 francos la hora.
Se avergüenza de su situación económica: “Me duele ni siquiera poder pagar la comida de mis hijos”. Raúl tiene cuatro en Suiza, quienes viven con su exmujer. Estos permanecerían en Suiza. “Prefiero que vengan a visitarme de vez en cuando a Cuba que verme aquí así”.
Raúl Hernández no sabe cuánto tiempo podrá aguantar estas condiciones: “Sé que me arriesgo a cometer otro delito algún día, si se prolonga así durante mucho tiempo”, admite. Este hombre no tiene perspectivas. Sabe que podría ganar más dinero vendiendo drogas o robando. “Pero no quiero hacer esto. Les prometí a mis hijos que no volvería a cometer delitos “.
Si su deportación no ha tenido lugar hasta el momento, es por motivos económicos. Porque Cuba tiene un reglamento especial: quien desee regresar al país después de más de dos años de ausencia debe solicitar el derecho a la estadía. Pero cuesta al menos 500 francos, incluidos los honorarios, un intérprete y el billete de tren a la embajada en Berna, explica el cubano. “Pero la Secretaría de Estado de Migración nunca me dará dinero por esto”.
Según los abogados, las tasas administrativas, como las exigidas en el caso de Raúl Hernández, sólo las cubre el cantón o la SEM en “situaciones especiales”. Las razones que impidieron la expulsión del cubano, por tanto, siguen siendo un misterio.