¿¡Qué citas son más hollywoodenses que esas en que la pareja maneja hasta un cine al aire libre y se convierten en espectadores de películas románticas en blanco y negro!?
Los jóvenes cubanos solo lo habremos visto en filmes americanos, donde el chico abraza a la chica mientras esta apoya la cabeza en su hombro; sin embargo nuestros mayores sí lo vivieron y sí conservan recuerdos claros y apasionantes sobre los autocines de La Habana.
Nacido en los Estados Unidos en la década del 20 como parte de un experimento y patentado en los años 30, el autocine llega a nuestro país 20 años más tarde pero con grandes expectativas. Como la propia palabra lo indica, existen dos elementos principales para configurar un autocine: una gran pantalla al aire libre y un automóvil desde el que disfrutar el filme proyectado. Con el auge de los coches en los años 50 en Cuba (los que hoy conocemos como carros clásicos o almendrones), solo restaba encontrar las locaciones apropiadas para hacer posible la experiencia. Y así fue.
Tres espacios de la capital cubana, alejados de los centros urbanos pero bien conectados con la ciudad a través de carreteras principales, fueron elegidos para diseñar los autocines: el de la Calzada de Vento, el cercano a la Autopista de la Novia del Mediodía y el ubicado en la zona residencial de Tarará.
La arquitectura de estos espacios era simple: el componente fundamental era un gran estacionamiento para la ubicación de los vehículos y, además, un arco que identificaba la entrada donde se colocaba un tablón con el programa del día.
El autocine de Vento fue inaugurado en 1955. Era el más grande de los tres pues podía albergar hasta 800 vehículos en su interior. La entrada tenía un costo de 50 centavos (y he aquí un dato curioso: originalmente, la idea de los autocines surge como una forma económica de asistir al cine pues muchas familias no podían permitirse tales gastos). Las funciones comenzaban a partir de las 7 de la tarde lo que permitía una mejor visión de la pantalla.
El de la Novia del Mediodía y el de Tarará abrieron sus puertas tres años después, en 1958. Si bien eran más pequeños, el espacio estaba mejor diseñado y contaba con más avances. El autocine del Mediodía estaba situado en la Ave. 51 y contaba con 52 metros cuadrados y una capacidad para 454 automóviles, dispuestos en once líneas de aparcamiento.
La gran pantalla de dimensiones exorbitantes (36.58 por 18.29 metros) permitía la visibilidad desde cualquier línea del aparcamiento, incluso desde la lover’s lane, conocida mayormente como la línea de los amantes. Asimismo, los coches debían situarse junto a un poste, para obtener una mayor recepción de sonido, y una instalación soterrada que transmitía el aire acondicionado, haciendo más placentera una calurosa noche de verano en Cuba.
El escribidor no tiene información sobre el autocine de Tarará. Del de Vento no queda ni memoria. El de Novia del Mediodía funcionó hasta 1970, dicen unos, o hasta 1990, dicen otros. Fue demolido, pese al clamor público de que se conservara. De él solo quedan los accesos de entrada y salida.
Las instalaciones eran sorprendentes y a muchos nos parecen increíbles para la época. Sin embargo, el poco mantenimiento fue destruyendo la infraestructura de los espacios y ahora no quedan más que ruinas. Espero que este artículo ofrezca algo más que información y curiosidad y se convierta en estímulo para retomar tan maravillosa costumbre: ver películas clásicas desde la comodidad de un coche.