Si un rostro es conocido entre los cubanos ese sin lugar a dudas es el del actor Enrique Molina, uno de esos grandes que siempre merecen nuestro respeto y constante homenaje por regarlarnos su talento sin condiciones de por medio.
Un santiaguero que pasó los primeros 15 años de su vida viviendo en Bauta, junto a sus abuelos, tras el fallecimiento de su madre, y compartiendo el hogar junto a 10 de sus primos.
Su carrera artística comienza en 1963, cuando se integra a un grupo de aficionados del Sindicato Gastronómico. En 1964,forma parte del Conjunto Dramático de Oriente, grupo fundamental en su formación como actor. En 1968, comienza a hacer televisión en Tele Rebelde hasta 1970 en que regresa a La Habana.
Llegó a la capital del país con un maletín en el que traía dos pantalones y tres camisas y 28 pesos en el bolsillo, no tenía nada más que eso. Además, en uno de sus bolsillos llevaba una carta de recomendación que decía que era actor en Santiago de Cuba y que si era posible que le dieran trabajo en La Habana.
Con el tiempo se iría transformando en uno de los más versátiles y orgánicos actores de Cuba. Por varias décadas de labor, ha transitado en los distintos medios: la televisión, el teatro y el cine cubano. Al crearse en su ciudad natal una emisora de televisión: Tele Rebelde, se integra en 1968 al medio que ha sido y es básico en su profesión.
A partir de esa fecha ha desarrollado una extensa e importante obra artística, actuando en múltiples obras de teatro, programas seriados y no seriados de la radio y la televisión cubana, y en filmes, convirtiéndose en uno de los mejores actores cubanos de carácter.
En su paso por los más variados espacios de la programación dramatizada, sobresale su rol dentro del serial En silencio ha tenido que ser y en la telenovela Tierra Brava, con su inolvidable Silvestre Cañizo.
Con Silvestre Cañizo perdió su nombre real. Hace años ya de la novela y todavía anda por toda Cuba, desde la Punta de Maisí al Cabo de San Antonio y todo el mundo le llama Silvestre Cañizo, todo el mundo. Desde el que recoge la basura, hasta el nivel más alto que haya en el país, Silvestre Cañizo, y él se siento feliz con eso.
En las tablas, es inolvidable la ocasión en que dio vida de Lenin en la pieza El carrillón del Kremlim. Su apertura a la experiencia del séptimo arte, comenzó bajo las órdenes del realizador Manuel Pérez, a principios de los años 70 en la película El hombre de Maisinicú.
Es un hombre que se entregó por completo a su preparación desde el primer momento en que se paró frente a una cámara o ante el público de una teatro, al punto de someterse a siete operaciones quirúrgicas para interpretar un personaje muy especial que no llegó a concretarse nunca: nuestro José Martí.
Sin dudas Enrique Molina es uno de los artistas más queridos por el público cubano, uno de los más consagrados. Fogueado como profesional sin acercamientos académicos pero con la vocación necesaria para perpetuar su nombre entre las más importantes personalidades de la pantalla nacional, el actor se confiesa satisfecho de ser cubano. Su carrera artística constituye una oda perdurable en la memoria de varias generaciones de cubanos.