Si bien el folklor tradicional representa al cubano con una tumbadora, una guayabera y un sombreo de yarey, en la actualidad hay un objeto que bien pudiera incluirse entre los antes mencionados: la jabita.
Para muchos, salir sin ella a la calle es una insensatez y una imperdonable falta de previsión. Para que se tenga una idea, sería lo mismo que un soldado que va a la guerra sin su fusil o el niño que llora sobre la arena de la playa por no haber traído su cubito para jugar.
Con la excepción de las tiendas (CUC y MLC), en ningún comercio se vender el producto envasado, por lo que el dónde transportarlo corre a cuenta del comprador.
Los sobres de cartucho que antaño utilizaban los bodegueros desparecieron hace ya tanto tiempo que nadie se acuerda de ellos. Además, también se perdió en el tiempo el papel encerado con los que los carniceros envolvían la carne o el papel de china que cubría las flautas de pan. Todos estos solamente viven en la memoria de los más viejos, aunque ya prefieren ni pensar en ello pues en este caso recordar no es precisamente volver a vivir.
Ya sea una masa de croqueta de la pescadería, un trozo de jamonada, el mendrugo que nunca alcanza o cualquier otra cosa, lo cierto es que todos estos productos requieren envases.
Algunos aseguran que el ser humano es el animal que más rápido se adapta lo nuevo, por lo que quizás sea tan normal que los cubanos se hayan habituado a andar con la jabita de nylon para arriba y para abajo por si “cae algo”.
Las jabitas, por lo general, se adquieren a través del mercado informal por el precio de 1 CUP, sin embargo, con la actual crisis sanitaria (y un poco antes también) han subido de precio y ahora cuando aparecen suelen costar 2 CUP.
Años atrás la ‘jaba’ era conocida en Cuba como el morral de los mendigos. Hoy, son una señal de cubanía, un aditamento necesario. Raro es el hombre y mucho más la mujer que salga de su casa sin llevar una ‘jabita’ doblada en el bolsillo.
Probablemente, en pocos países del mundo se laven las jabas de nylon y luego se pongan a secar como si se tratase de una pieza de ropa. En la isla, estas bolsas no solo se conservan, sino que se compran como cualquier otro artículo. Hay personas incluso que destinan una parte de su salario a acaparar más de una docena, por si en algún momento llegaran a perderse