Conoce la historia de Marlon, un funcionario del Gobierno en Pinar del Río que vende dulces para sobrevivir

Redacción

Updated on:

Los delegados son el punto más bajo dentro de la estructura política cubana y, como también comparten las necesidades de los cubanos de a pie (a ellos no le tocan reservaciones en hoteles cinco estrellas con los gastos pagos o gigantescas asignaciones mensuales de alimentos y productos de primera necesidad) se ven obligados a inventar para sobrevivir. Por ello, quizás no resulte tan rara la historia de Marlon, quien además de ser delegado, es vendedor ambulante de granizados.

Marlon vive en Pinar del Rio y además de cumplir sus funciones como delegado, se dedica a vender granizado durante los partidos de la Serie Nacional de Béisbol. Cada vez que hay juego, Marlon se echa encima su indumentaria de vendedor y parte para el estadio a dar voces para vender su producto.

Cuando no hay pelota no se queda sin hacer nada, por el contrario, sale a la calle a ganarse los pesos vendiendo dulces.

Por el camino va saludando a todos, ya que, por su cargo de delegado de la circunscripción del Consejo Popular Villamil, no son pocas las personas que lo conocen.

Vender de forma ambulante no es algo nuevo para él, ya que cuando tenía apenas 14 años su padre se enfermó y terminó en una silla de ruedas, por lo que desde ese entonces aprendió a salir a la calle a buscarse la vida.

Cuando el delegado de su circunscripción decidió que no seguiría desempeñando sus funciones, Marlon dio el paso al frente, ya que nadie más quería asumir tamaña responsabilidad.

Según cuenta, el llegar a ser delegado le ha permitido ayudar a los demás desde su humilde posición. Además, vive abogando porque las autoridades del municipio apoyen a los trabajadores por cuenta propia y que estos no sean hostigados por los funcionarios.

Marlon no tiene ningún problema en desempeñar ambos roles, el de delegado y el de cuentapropista. En una ocasión, un señor le dijo que era una vergüenza que un delegado estuviera por ahí vendiendo roscas, pero él simplemente sonrió, ya que, aunque algunos clichés encuentren incompatibles ambas funciones, él, desde su posición, sabe que además de luchar por su familia, también puede ayudar a sus semejantes, sobre todo a los más necesitados. Eso lo hace feliz.