Todos los cubanos estamos de acuerdo en que “estar salado” es sinónimo de mala suerte. No por gusto cuando cualquiera es afectado por una sucesión de hechos desafortunados suele decir con mal humor que lo que tiene encima es “tremenda salación”. Incluso, hace ya algunos años cuando el grupo Kola Loka pegó su canción “La estafa del babalawo” lo hizo sobre la base del estribillo “padrino quítame esta sal de encima”.
Sin embargo, es justo aclarar que el hecho de “estar salado” si bien tiene un significado de fatalidad en varios países de América como Puerto Rico, Costa Rica y Cuba, en la mayoría de los otros, y en la Madre Patria España, “estar salado” sólo significa que cualquier cosa contiene más sal que lo normal.
En Cuba, la supuesta fatalidad de la “salación” deriva, según dice el sabio Fernando Ortiz en su obra “Los negros brujos”, del sentido mágico que los antiguos esclavos llegados de África otorgaban a la sal. Según éstos, el condimento por excelencia era portador de la mala suerte y por tanto cualquier persona que fuera “trabajada” con sal, automática y metafóricamente quedaba salada. Así, por carácter transitivo, con el paso del tiempo se fue imponiendo popularmente la creencia de que aquellos a los que todo les salía mal era porque estaban, sencillamente, salados.
Mas, como el lenguaje suele ser veleidoso y los años y el uso trastocan los significados originales; poco a poco se ha ido imponiendo en la población cubana un nuevo significado para “salado”. Resulta que escuchar a alguien decir “soy un salado” ya no quiere decir, necesariamente, que esa persona sea desgraciada sino que puede ser significar todo lo contrario. En este caso el tono y los gestos suelen ser decisivos para que el interlocutor pueda entender en un sentido o el otro.
Por si toda esta salación no fuese ya lo suficientemente complicada hay que aclarar que un cubano en Colombia se debe andar con cuidado, pues en el país suramericano “estar salado” tiene un significado completamente distinto. En la nación cafetera “salar” a alguien viene siendo lo que aquí “untar” al prójimo, es decir, obsequiarle dinero.
Así que si un día anda por allá y le sucede algo malo no vaya diciendo usted que está salado, porque le pueden oír las orejas equivocadas y entonces sí buscarse una salación, pero a la cubana.