Estudiar en la “Capital de todos los cubanos”: La Habana, puede ser una gran ventaja, pero también genera un sinnúmero de grandes problemas para los jóvenes que se aventuran a realizar sus carreras cuando son nacidos en provincias del interior.
El primero es que, después de cinco años o más en la universidad, casi todos ven mucho más lógico quedarse a vivir en la ciudad que regresar a sus lugares de origen.
En La Habana tienen muchas más oportunidades de abrirse camino en sus profesiones y conseguir mejores ubicaciones. Sobre todo cuando se trata de carreras de Humanidades que, fuera de la capital, donde se concentran la inmensa mayoría de las instituciones y centros de investigaciones tienen un perfil limitadísimo.
Lo más probable es que de irse de La Habana sólo encuentren trabajo en alguna escuela y ningún estudiante universitario tiene como aspiración acabar su vida dando clases en un preuniversitario.
En La Habana hay también mucha más vida cultural y la noche se mueve mucho más, algo que se valora mucho cuando se es joven.
Así que tomar la decisión de quedarse no resulta difícil, el problema es contar con los medios para llevarla a cabo.
Primero hay que obtener el permiso de residencia, lo que no resulta sencillo si el interesado no tiene algún pariente en La Habana o algún buen amigo que le ayude y lo deje ponerse en el registro de direcciones.
Incluso, contando con ellos, hay que esperar por la autorización de Vivienda, un proceso largo, burocrático y engorroso que suele resolverse cuando se desliza algún billete en los bolsillos adecuados.
Resuelta la dirección, entonces hay que buscar dónde vivir. Como La Habana se encuentra super poblada y es además una ciudad turística, los alquileres están por las nubes.
Un joven de pocos recursos que está buscando abrirse camino en la ciudad, lo más probable es que termine viviendo en la periferia donde las rentas suelen ser más baratas.
Pero entonces toca lidiar con el transporte para poder realizar cualquier gestión, hacer una salida o simplemente ir a trabajar.
Algunos se enamoran y se casan con un habanero. Es una forma rápida de conseguir casa y dirección, pero siempre pende sobre sus cabezas el divorcio y la posibilidad real de volver al mismo punto de partida en breve tiempo.