La inventiva y la creatividad de los cubanos a menudo superan los límites de lo imaginable. Y eso es palpable en las transformaciones y los nuevos usos que aún se les dan a las partes de las viejas lavadoras rusas Aurika.
“¡Se compran lavadoras rusas! ¡Se compran lavadoras rusas!”
Probablemente no hay otro rincón en el mundo donde se pueda oír un anuncio semejante y, mucho menos, entonado a todo pulmón antes de las 9:00 de la mañana de un domingo.
Pero no es en vano que el realismo mágico se asiente con firmeza en esta parte del Caribe.
Dejar de lado los descubrimientos del hielo, la búsqueda de la piedra filosofal o de oro en el fondo de un caldero prieto; aquí es donde uno puede comprender lo que un cubano puede hacer con el motor de una lavadora Aurika, y cómo la magia cobra vida.
Las generaciones nacidas después de los años 80 desconocen el significado que tenía la llegada de este electrodoméstico a un hogar cubano, y especialmente el proceso que precedía a su triunfal arribo: asambleas de trabajadores en las que la gente se involucraba con pasión para asegurarse de que se les reconocieran los méritos suficientes para obtener el bono que les permitiría adquirir la preciada lavadora.
Pero aquí es donde radica la diferencia. Porque aunque en los años 70 y posteriores el ronroneo de las Aurikas, que a menudo más parecían maullidos o rugidos que ronroneos, era un símbolo de bienestar y de resolución del lavado, con el tiempo esos aparatos fueron gradualmente quedándose obsoletos.
Por supuesto, este cambio fue lento, tanto que aún podemos encontrar algunas de estas lavadoras que se mantienen firmes como los propios habitantes de la Isla. A pesar de que desgarraban toallas y deshilachaban gran parte de la ropa que caía entre sus paletas, eran tan resistentes y duraderas como un tanque de guerra ruso.
Esa tenacidad es la que aún hoy les permite permanecer a nuestro lado. Ya no son lavadoras en el sentido convencional, pero sus robustos motores continúan girando en la actualidad.
Aunque ya no laven ropa, pueden triturar coco o maíz. Los vemos haciendo girar las aspas de ventiladores criollos, que como fantasmas se desplazan solos por la habitación, de pulidoras, impulsando agua hacia tanques en pisos superiores.
Los motores de las Aurika, así como los de las secadoras y las lavadoras, son encontrados en pequeñas carpinterías, junto a cortadoras de azulejos, girando con la piedra de esmeril del afilador de tijeras o del cerrajero que confecciona llaves, o con el zapatero que moldea suelas. También los hallamos en cortadoras de césped y batidoras que a gran escala convierten la fruta bomba o el tomate en pulpa.
No solo los motores sobreviven, otras partes de las Aurika también dan color a la vida cotidiana del cubano: los tanques se usan para almacenar agua o para refrigerar.