Cual si se tratara de uno de los grandes casinos habaneros de la década del 50, Maylon asiste dos o tres veces por semana a casa de un amigo a jugar póker. Aunque apostar en un juego de azar (y en cualquier tipo de juego) es ilegal en Cuba, él lo hace bien fuerte. Cientos de CUC puede ganar o perder en una noche a las cartas, porque siempre apuesta fuerte… gane o pierda.
Se asume a sí mismo como un experto que sabe esperar su momento sin desesperarse e intuir las jugadas y estrategias de sus contendientes. Su “cara de póker”, dice, es “perfecta”. Jamás en la mesa pueden adivinar si sus cartas son buenas o malas; y ese es el primer paso hacia el éxito.
Maylon se convirtió en un asiduo jugador de póker cuando un amigo de la Universidad de La Habana le dijo en confidencia que una casa estudiantil donde se jugaba al dominó y otros juegos de mesa, se apostaba a escondidas en el póker.
Las apuestas eran “flojas”, de apenas un CUC máximo por mano; pero de allí salió un pequeño grupo que comenzó a subir las entradas a 5.00 CUC por entrada.
Lo que comenzó en divertimento terminó en vicio y en el tercer año de su carrera de ingeniero, ya las apuestas habían subido considerablemente. Ganar de 25 .00 a 60.00 CUC en una noche era un atractivo al que ni él, ni los demás de su grupo podían renunciar y comenzaron a organizarse.
Entraron en contacto con otros jugadores de La Habana, aparecieron más casas en las que jugar y al poco tiempo ya era una pequeña red. Así aparecieron las fichas, subieron las entradas a 10.00 CUC y en una noche se ganaban y perdían cientos de CUC.
Cuando su padre se enteró temió por su vida y le amenazó con entregarlo a la policía, pues prefería “verlo preso que muerto”. Sin embargo, Maylon aprecia que todo la leyenda de violencia que existe en Cuba alrededor del juego es sólo eso, una leyenda alimentada por las películas americanas y la propaganda oficial; y que en todas las partidas en las que ha participado nunca ha tenido que enfrentar ninguna “crisis”.
A pesar de eso, el joven reconoce un gran riesgo en convertirse en jugador de póker: el vicio que no te permite detenerte cuando debes, pues son precisamente los que más pierden los que no pueden parar de jugar.
A él en particular no le ha ido mal. El póker ha sido la entrada de dinero que le ha permitido comer y fiestar de lo lindo. Lo ve como una profesión a la que dedicarse y sueña con emigrar a los Estados Unidos para integrarse en los grandes circuitos.
Sabe que es muy bueno, desde la noche en que iba perdiendo 600.00 CUC en una mesa con corredores de carros, ajedrecistas y dueños de almedrones, y tuvo el temple de esperar su carta y ganar 3 300.