“En Cuba han existido negocios por los izquierda desde siempre. En los años 80 yo vendía pan con carne de res y cerveza en mi solar del barrio de San Leopoldo. El baro que hice fue mucho. En aquel momento también compraba dólares para a través de un estudiante extranjero poder comprar la ropa, los zapatos y los equipos que se vendían en las tiendas por divisas. El negocio era por detrás del telón. Sin me cogían me partían las patas y me echaban 4 o 5 años preso. A pesar de eso nunca me acobardé, porque las ganancias eran muy buenas”, cuenta Arturo, quien siempre ha vivido del invento.
“Por la izquierda todo sale más barato. No tienes que pagar impuesto y se saca un buen billete. Eso sí, no te puedes creer que te lo vas a llevar todo, hay que apartar una parte para mojar a los inspectores, policías y a María Santísima para que no te pongan el dedo arriba y te hagan la vida imposible. En los años 80 era del carajo salirse del radar de la policía y de los chivatones del CDR. Ahora los tiempos han cambiado y hay corrupción en todos los niveles. Con el billete en la mano baila el perro”, añade Arturo, quien lo mismo vende artículos de ferretería que materiales de la construcción.
En Cuba no hay una cifra exacta de las personas que viven de los negocios clandestinos. Sin embargo, algunos como Octavio, quien trabaja en la oficina estatal que fiscaliza el trabajo por cuenta propia (ONAT), asegura que al menos 200 mil personas se dedican a la venta ilegal.
“Para hacer lo que yo hago hay que tenerlos bien puestos. Por el hurto y sacrificio de ganado mayor en Cuba te caen una pila de años por la cabeza. Tienes que jugarla con la monada (policía) y con los lengua larga de la cuadra. La comida siempre ha dado dinero en Cuba, el lio es que cuando te coge un policía que no puedes sobornar ya sabes que lo que te espera tras las rejas es para largo”, cuenta Nilo, un matarife de varios años de experiencia.
En La Habana una libra de carne de res suele costar unos 2.50 cuc (mucho más ahora durante la crisis sanitaria que vive el país debido al brote de coronavirus). Esta carne, junto a las langostas y camarones, es uno de los alimentos que resultan imposibles de adquirir de otra forma que no sea “por la izquierda”, ya que sus astronómicos precios en las tiendas estatales los dejan fuera del poder adquisitivo de la gran mayoría de los cubanos.
“Yo me busco la vida vendiendo ropa de marca. Incluso les doy a mis clientes la posibilidad pagarme a plazos, algo que no se hace en las tiendas estatales. Es verdad que me mato para conseguir siempre lo que se esté de moda, pero esa es la única manera de poder salir de la mercancía rápido y volver a invertir. El dinero no se hizo para estar dormido, siempre hay que estarlo moviendo”, cuenta Adriana, quien transformó dos de las habitaciones de su casa en una especie de boutique clandestina que nada tiene que envidiar a la de los hoteles de cuatro y cinco estrellas.
A pesar que se la viven jugando con la policía, cada vez son más las personas en Cuba que se dedican al trapicheo clandestino de ropa, alimentos, equipos electrodomésticos o cualquier otra cosa que caiga en sus manos, ya sea de dudosa procedencia o no.
Al no tener que pagar una licencia las ganancias son mayores, que al fin de cuenta es lo único que importa en un país en el que el precio de la vida está por los cielos.