Cuando comenzó a rondar en las redes sociales y en los medios de prensa alternativos un video en el que se veía al presidente cubano Miguel Díaz-Canel, mostrándose como un censor de la imagen de la vida de la Cuba republicana, no fueron pocos los emprendedores cubanos que pensaron que la inversión en sus negocios podía venirse abajo por un capricho del Gobierno de desprenderse de la historia del país antes de 1959.
En el video puede verse una crítica del mandatario al estilo decorativo de algunos negocios privados en los que, según él, se buscaba recrear una imagen como la que exhibía La Habana durante la era del dictador Fulgencio Batista.
No han sido pocos los bares y restaurantes en la Habana que se han inclinado por mostrar un estilo retro o vintage en sus negocios para brindar una imagen moderna y cosmopolita que atraiga a los visitantes modernos. Este tipo de decoración vintage, muy de moda internacionalmente, busca retomar accesorios de cierta edad.
En el caso de la mayor de las Antillas, muchos de estos objetos han sido rescatados desde la etapa republicana y remiten al visitante al único referente de progreso y modernidad que han tenido la oportunidad de conocer los cubanos.
Muchos de los turistas que viajan a la Isla lo hacen para conocer un país que se ha detenido en el tiempo, donde coexisten construcciones coloniales con el desarrollo de la arquitectura de la primera mitad del siglo XX.
Con todo y su socialismo, la Cuba republicana palpita hoy en las calles de la ciudad a través de los incontables autos de más de 70 años de explotación que se pueden apreciar al recorrerla, las marquesinas que aún adornan sitios que en otro tiempo fueron famosos y en la diversidad de estilos arquitectónicos que estuvieron muy de moda durante los años 50.
No es necesario visitar un bar para saber que hubo un tiempo en que La Habana fue una de las ciudades más publicitadas y cosmopolitas de toda América Latina.
De la mano de conocidos símbolos como Harley-Davidson, Marilyn Monres y Coca Cola, se pueden encontrar pinturas, radios soviéticos, máquinas de escribir, teléfonos, recortes de revistas como Bohemia y Carteles, corbatas y hasta billetes antiguos.
El arranque de Díaz-Canel, a pesar de no tener mayores consecuencias, no tuvo lugar porque pensara que detrás de este estilo hubiera una ideología pro-yanqui. Lo más probable es que sus palabras no fuesen más que el fruto de la carencia de sensibilidad artística o la falta de comprensión de que la magia que aún conserva La Habana, pese a su estado ruinoso en muchos sitios, se debe precisamente a los años de Cuba como República,
Cuando los barbudos bajaron de la Sierra Maestra en el año 1959 se encontraron con una capital espléndida. Su mayor preocupación, a partir de ese entonces, sería destruirla y arrancar todo aquello que evocara mejores tiempos. Lo hicieron a consciencia, en poco tiempo la capital estaba plagada de propaganda política.
Quizás dentro de otros cincuenta años, las pegatinas con la imagen del ya fallecido ex gobernante cubano Fidel Castro, repartidas en farmacias, escuelas y tiendas, sean transformadas en posavasos que se vendan a los turistas que, escépticos, se pregunten si en realidad alguna vez hubo socialismo en la pequeña islita del Caribe.
En la actualidad, el encanto de La Habana descansa en su impronta de metrópolis exuberante, glamorosa e insomne, heredada de la etapa republicana. Es el espíritu que bares y restaurantes han hecho todo lo posible por rescatar y traer de vuelta a través del estilo vintage.