En una ocasión, caminando por la calle Obispo en La Habana Vieja, vi un grupo de mujeres que se amontonaban en las vidrieras de una tienda, haciendo hasta lo imposible con tal de entrar. Al detenerme en medio del gentío pude apreciar como una de las empleadas en tono medio descompuesto se paró en la puerta de la tienda y amenazó con llamar a la policía si no se organizaban e incluso a mando a las mujeres a hacer la cola en la acera de enfrente.
Aquello me despertó la curiosidad. ¿Qué tenía de especial aquel sitio que tantas mujeres querían entrar? Decidí quedarme durante algunos minutos y empaparme en el tema.
El barullo tenía que ver con una tienda bastante discreta con una flor grabada en los cristales de la puerta y, como si ya la imagen por si solo no fuese lo suficientemente descriptiva para identificar el lugar, con letras en mayúscula se podía leer claramente el nombre de “La Rosa”.
Ese día, las mujeres apostadas en la entrada del establecimiento no llamaban por ese nombre al lugar, sino que hacían referencian a este como “La Boutique de Jennifer López.”
En una de las vidrieras pude notar dos imágenes de la diva del Bronx anunciando algunas líneas de ropa que ella misma ha lanzado al mercado.
“¡JLo había llegado a La Habana!”, comenté para mis adentros.
Para algunos puede que este suceso parezca del todo normal, ya que no tiene nada de pecular que unas cuantas mujeres hagan fila para comprarse un perfume, un vestido nuevo o unos zapatos elegantes. Sin embargo, en el caso de La Habana, o de cualquier otra ciudad de la nación caribeña, sus habitantes no ganan mucho más de unos 30 dólares al mes y tampoco se puede pagar nada a crédito.
Por esa razón me saltaba la duda del cómo harían esas mujeres de la cola para llevarse a casa una prenda de JLo. Me enteré cuando paré la oreja.
Resulta ser que las dos mujeres delante de mi eran militares. Una de ella, la más interesada, estaba buscando hacerle un buen regalo a su hija, estudiante de medicina, que había sacado muy buenas notas.
Según pude escuchar, su acompañante había logrado reunir 200 CUC con lo que sacó del alquiler de unos de sus cuartos. Al igual que ella, su esposo era militar y, tras haberse ido para provincia movilizado durante unos meses, el cuarto lo pasó a ocupar una estudiante de Camerún.
Al entrar las tenderas clavaron sus ojos en mi con miradas inquisidoras, pero yo tranquilo simulé interesarme en alguna pieza y luego en otras. Gracias a mi curiosidad, puede escuchar no pocas historias, pero ninguna más triste que la de Yasmín.
La joven estudiaba en el preuniversitario de La Habana Vieja, y su profesora de Historia la sacó del aula luego de una singular respuesta de la estudiante. Resulta ser que cuando la profe preguntó la importancia de la invasión de Oriente a Occidente, ella respondió con otra interrogante “Ah, ¿esa que trajo a un montón de palestinos a La Habana?”.
Sus compañeros acostumbran a llamarla JLo, ya que se la pasa tarareando los hits de la cantante. De poner, no ponía una en los exámenes, pero nadie imitaba mejor a Jennifer que ella. Su sueño, vivir en Miami y conseguir a algún Marc Anthony para ella sola.
Yasmín examinó al detalle cada pieza y se fijó en los elevados precios. No tenía dinero ese día, pero le aseguró a la amiga que la acompañaba que esa tarde tendría aquel vestido que tanto le había gustado. Según ella, el chofer de un almendrón que se parqueaba cerca de su preuniversitario le había ofrecido bastante dinero por tener sexo.
La tienda La Rosa cuenta con mercancía de la más alta calidad y precios de la marca JLo (Jennifer López). Vende confecciones, calzado, talabartería, accesorios y bisutería del proveedor canadiense Suplay INC.
«Productos de una buena relación calidad-precio, que se caracterizan por responder a una línea económica y media alta, siendo su público meta las féminas jóvenes y adultas», asegura el anuncio comercial que se difunde por las redes sociales cubanas.
Las prendas de vestir de la marca JLo, consideradas low-cost (bajo costo) en el mercado de la moda, se venden en tiendas por departamentos de Estados Unidos como Macy’s y Kohl’s con precios que oscilan entre los $30 y los $100, un monto impagable para el cubano de ingreso promedio, que no gana más de 584 pesos cubanos al mes (alrededor de $23 al cambio oficial).
Grandes retratos de la estrella reciben a los compradores, que no faltan, pues aunque muchos entran, miran y se van luego de satisfacer solo la curiosidad, parecen ser cada vez más los cubanos con dinero suficiente como para gastarlo en ropa “de marca” y JLo, aunque no es “lo máximo” en el mundo de la moda, sí es una novedad.