Durante los meses de verano en Cuba, las excursiones en ómnibus estatales “secuestrados” se convierten en una de las ofertas preferidas por los cubanos de a pie para dar rienda suelta al disfrute. Como alternativa a las excursiones que ofrece el Estado a precios astronómicos, entran en el juego los guías de turismo clandestino.
No hace falta contar con una licencia que les permita ejercer de manera legal. Cualquiera puede convertirse un guía ilegal. El “empresario”, tan solo tiene que parar en la calle a un ómnibus de transporte para trabajadores y hacerle la propuesta al chofer.
Una vez que se llevan a cabo las negociaciones, el conductor se encarga de hacer las modificaciones pertinentes en su jornada laboral y sustraer de forma temporal el vehículo. Posteriormente, “toca” al jefe de transporte con su respectiva comisión y todo queda en familia.
Cuando se concreta el “préstamo” del ómnibus en cuestión, el guía se da a la tarea de regar la voz por el barrio y, en par de días, ya tiene un listado con los nombres de los excursionistas necesarios para cubrir todas las plazas.
Para evitar contratiempos en los diferentes puntos de control policial, las salidas se hacen en horas de la madrugada. Eso sí, los puntos de partida siempre se coordinan en lugares alejados de las calles principales y avenidas.
Los destinos son muy variados, lo mismo pueden organizarse excursiones a las playas del este, Soroa en Pinar del Río o hasta el mismísimo Santuario de la Virgen del Cobre, en la oriental provincia de Santiago de Cuba.
Con el objetivo de sortear los controles en carretera, los choferes falsifican cartas de las respectivas empresas que señalen que el viaje es un estímulo a trabajadores vanguardias del centro.
Todo está inventado, en caso que el engaño no funcione, un billete de 20 CUC hace el truco y como por arte de magia, los inspectores comienzan a creer de repente en la veracidad de los documentos.
El precio de cada una de estas excursiones depende del destino acordado. Un CUC por asiento para excursiones a las playas del Este de La Habana; 5 dólares a Varadero, Soroa o Viñales, y 40 dólares por una excursión a El Cobre, con derecho a una noche en el motel de la iglesia. Los guías sacan otro extra al aplicar un gravamen de entre 50 centavos y un CUC por pasajero y ofrecen servicio gastronómico a bordo: desayuno, merienda y bebidas alcohólicas.
Al llegar al lugar acordado, los choferes parquean sus vehículos en sitios apartados y callejones poco transitados. Si la excursión no es muy lejos, algunos vuelven a sus centros de trabajos a cumplir con la jornada laboral y luego regresan a recoger a los excursionistas clandestinos.
El regreso de estos viajes de turismo clandestino se realiza siempre después de las cinco de la tarde, ya que en ese horario los inspectores del Estado ya concluyeron su jornada.
Estos viajes comenzaron a ganar seguidores en la Isla hace más de una década. Por aquel entonces, los organizadores colgaban carteles en las puertas de sus viviendas para anunciar los destinos. No obstante, el gobierno orientó redadas policiales para acabar con este negocio y se llegaron a aplicar cuantiosas multas a los choferes e incluso a algunos se les retiró su licencia y se prescindió de sus servicios en sus respectivos centros de trabajo.
Sin llegar a desaparecer completamente, las excursiones poco a poco se fueron tornado más discretas, aunque nunca han dejado de existir. Como fantasmas en la carretera, esta modalidad de turismo clandestino se hace sentir más fuerte durante los meses de verano y, ni con todo el rigor policial que existe se ha logrado erradicarlas de una Isla en que, hacer turismo nacional, cuesta un ojo de la cara y hasta un poco más.