Un vez que un cubano pone píe en el aeropuerto con vistas a realizar un viaje fuera de la Isla en su cerebro comienzan a desencadenarse una serie de pensamientos y traumas que estarán con él todo el tiempo que permanezca fuera del país.
Da igual si es un viaje de vacaciones, trabajo, estudios o una salida definitiva, estos mecanismos psicológicos siempre estarán presente, incluso cuando se piensa que ya se han superado.
Trauma del mal de ojo: Quizás un rezago de épocas antiguas en la que se consideraba al silencio un amuleto protector contra cualquier contratiempo a la hora de viajar o quizás sea hasta el miedo a perder el viaje pero lo cierto es que cubano que vaya a viajar no se lo dice a nadie para que “No se malee la cosa y se dé”.
Trauma del culpable: El miedo se dispara ante el más común de los mecanismos de seguridad del aeropuerto. “Estaré haciendo algo malo”, “Tú verás que algo pasa a última hora”, “No me van a dejar salir o entrar”, “Seguro tengo algún problema con el equipaje o los documentos”.
Trauma de la conversión monetaria: Cuando el cubano va a comprar fuera de cuba enseguida se vuelve un matemático de concursos. “Esto me sale más barato en Cuba”. “Con este televisorsito y algo más ya saco el viaje” y miles de cuentas que nos pasan por una cabeza acostumbrada a lidiar con dos monedas.
Trauma del maltrato: El choque del trato es algo que golpea a los cubanos cuando llegan por primera vez a una tienda fuera de Cuba que hasta en ocasiones algunos piensan que les están tomando el pelo cuando los tratan de Señor con las repetidas frases ¿en qué puedo ayudarlo señor? Y es que en Cuba lamentablemente estamos acostumbrados a tratar con un personal que muchas veces no responde ni a los buenos días o tiene mala cara porque el aire de la tienda se rompió y tratan a los clientes como si les estuvieran haciendo un favor.
Trauma de cargar todo: Piezas de repuesto de cualquier índole, ropas, zapatos, adornos y hasta jabitas de naylón, todo cabe en la maleta de un cubano cuando está empacando su regreso a la Isla ya que cualquier cosa puede resolver en un momento determinado e incluso para “matar algunos compromisos” que están pendientes desde el mismo momento que pusimos un pié fuera de casa.
Trauma aduanal: El verdadero problema de los cubanos ya que tiene que sortear las regulaciones aduanales y esto como se supone lleva un esfuerzo metal extra. Una tarea que implica el uso de la física, matemática, aprovechamiento optimo del espacio y hasta sus pinceladas de picardía. Sin lugar a dudas un trauma que mantiene tenso hasta al más pinto ya que en el momento de la verdad uno no sabe si sonreír o ponerte serio para no parecer sospechoso y siempre llevando las posibles respuestas a mano… “Si me dicen esto, le respondo aquello”.
“Cuando me diga que estoy pasado, le saco el cálculo que lo traigo hecho en una hojita y las regulaciones de la Aduana que las tengo en el teléfono y con copia en el Tablet,” “Si me dicen que no puedo entrar la cafetera, la tiro contra el piso….” Si la salida es un momento de tensión, el regreso se lleva las palmas la hora de ponernos tensos.
Inevitablemente los cubanos aprendemos a vivir con estos traumas y los tornamos mecanismos de defensa los cuales una vez que regresamos están en un modo de stand-by hasta que necesiten ser activados nuevamente en una próxima aventura.