Frente al archiconocido solar de la California, en la calle Crespo, en La Habana, un sujeto identificado como Mario, quien desde algún tiempo reside de manera ilegal en la capital del país, se las ingenia cada día para evadir a la policial mientras vende sus cigarrillos de marihuana a 5 CUC.
“Este producto es yuma (extranjero) y te da un arrebato como ningún otro”, asegura Mario.
En el barrio de Colón es posible encontrar todo tipo de “productos y servicios”. Mujeres, marihuana del patio y foránea, leche en polvo, hacerse santo, conseguir que tiren el cable (antena satelital) y cualquier otra cosa que se requiera.
En el barrio de Colón, al igual que en otros barrios del centro de la ciudad, la gente camina y piensa al doble de la velocidad que en otros municipios de La Habana. Colón forma parte de Centro Habana y funciona como una especie de fábrica de jineteras y “pingueros” que hoy viven de su cuerpo en Europa.
Según datos oficiales, en Colón residen unas 24.000 personas. Por supuesto, esta cifra no recoge los inmigrantes ilegales de las provincias orientales, quienes llegan a La Habana con ansias de comerse el mundo si hace falta. Desde vender alimentos por la calle, hasta proponer mujeres o dar pedales durante 12 horas en un bicitaxi.
El barrio colinda al este con el icónico Paseo del Prado; al oeste con la calle Dragones, al norte con el Malecón y al sur con la barriada de Los sitios.
Según cuentan algunos historiadores, por allá por el año 1876 comenzaron a llamarle al barrio Nueva Cárcel con el apellido del descubridor de la Isla. Cerca del mercado de abasto público de la zona existía la única estatua interior conocida de Cristóbal Colón. En aquellas fechas, el barrio era una especie de asentamiento de tabaqueros y negociantes. Además, existían allí no pocos prostíbulos, comercios y grandes almacenes.
Con el paso del tiempo el número de bares, cafés y restaurantes se fue incrementando. A su vez, se construyeron varios edificios y el Alhambra, sede del teatro vernáculo cubano, exclusivo para hombres
En el barrio de Colón abundan los cultos sincréticos y la santería, paleros que consultan con huesos humanos y los plantes de abakuá. Su población es mayormente negra y mestiza.
La santería allí es todo un negocio. A un extranjero, fácil puede costarle un Ifá unos 10.000 dólares. En el caso de los cubanos les cuesta un poco menos y, con unos 4.000 o 6.000 ya pueden hacérselo.
El barrio de Colón se ha vuelto una especie de documental propagandístico y una especie de postal en 3d de la vida y la cultura en la Isla. No son pocos los visitantes foráneos que lo visitan al sentirse atraídos por ver a los negros bailar guaguancó mientras se pasan un machete afilado por la punta de la legua.
Ya era famoso en los años 30, cuando en las noches calurosas y estrelladas en el solar de La California tocaba Chano Pozo, el genio de las tumbadoras. Algunos aseguran que el alma de Chano aún vaga por la zona y que, cuando los negros rompen los cueros en sus cuarterías, él se sienta cerca a ver a su relevo.
Colón es un mundo aparte en el panorama habanero del siglo XXI. Música, religión, ilegalidades, violencia, putas baratas o caras, según el bolsillo, y drogas.
En casi cualquier horario del día, es común ver a personajes como el santiaguero Mario, quien lo mismo le vende marihuana, que lo pone en contacto con algún chulo o lo lleva hasta la puerta de la casa de uno de los burles (casas de juego ilegal que funcionan en la zona). En el barrio de Colón, en materia de cosas prohibidas… ¡Hay de todo como en botica!