Cazapelotas, la curiosa forma en que jóvenes cubanos se buscan la vida con los jonrones

Redacción

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Cazapelotas, la curiosa forma en que jóvenes cubanos se buscan la vida con los jonrones

La penosa situación económica de Cuba ha hecho que aparezcan una amplia gama de buscavidas que aprovechan la mínima oportunidad para buscarse unos pesos. Es ese el caso de los “cazapelotas”, jóvenes que en las afueras de los estadios cubanos de béisbol se dedican a perseguir las pelotas que salen de foul por encima del techo.

En el Augusto César Sandino de la ciudad de Santa Clara son más de una decena y se presentan en cada juego. Sus edades varían; hay desde niños y adolescentes, hasta hombres jóvenes como Erlis Paz de 31 años, quien lleva 20 en el “oficio” y es considerado un verdadero “especialista”.

Erlis cuenta con un “equipo” (dos adolescentes a los que enseña la técnica del cazapapelotas). Mientras él toma para sí el área de primera, cubre con sus colaboradores la zona detrás del primera base. Al finalizar el juego reparten entre los tres el botín.

Esta “profesión” exige tener conocimientos sobre los peloteros que van al cajón de bateo.

El “oficio” de cazapelotas exige conocimientos de béisbol. Es necesario saber las características de los peloteros que se paran en el cajón de bateo, especialmente si son zurdos o derechos, pues de ello dependerá la ubicación de los cazapelotas por detrás de 1ra o 3ra base.

Como en todo negocio, hay días buenos y días malos. Erlys explica que “depende de las pelotas que salgan”. Hay días en que salen una, dos, tres pelotas y en ocasiones ninguna. También hay ocasiones en que son atrapadas por transeúntes después que el cazapelotas ha estado horas en su “puesto de trabajo”.

Sin embargo, hay días extraordinarios, como un juego entre Villa Clara y Santiago de Cuba, celebrado de noche, en el que salieron por encima del techo, nada menos que 53 pelotas.

Si la pelota es nueva se puede vender en 60.00 pesos (2.40 dólares), si está dañada, lo más probable es que se consigan por ella entre 30.00 ó 50.00 pesos (entre 1.20 y 2.00 dólares). Los golpes que sufren las pelotas con las torres de alumbrado o el pavimento influyen en su precio final de cara al cliente. Así y todo, existen trucos entre los cazapelotas para rescatar la imagen de su mercancía como limpiarla con saliva para que parezca más nueva.

Las pelotas siempre se venden. Sobre todo a los que no son de Santa Clara y asisten al estadio a ver jugar a su equipo.

Después de conseguidas algunas bolas, que no se venden en la red comercial, el grupo de muchachos las comercializa según su calidad.

Erlis afirma que viejos cazapelotas quedan apenas unos cinco, pero que en las afueras del estadio hay cada vez más muchachos y niños tratando de atraparlas. Hasta de cinco y seis años de edad, correteando detrás de las pelotas de foul.

Para los niños más que una forma de buscarse la vida es tratar de obtener un juguete muy difícil de conseguir. Pero improvisarse como “cazapelotas” tiene riesgos: las caídas contra el pavimento pueden provocar quemaduras por fricción y fracturas, y a menudo ocurren riñas por el botín.

Pero todo vale la pena cuando se capturan unas cuantas pelotas. Erlis ha llegado a capturar hasta siete en un juego, que representan en dinero, casi la mitad del salario mensual promedio del país. Por cuatro horas de “trabajo” no esta mal.