Por la parte de atrás de almacenes, fábricas y gasolineras estatales sale la harina, el combustible, y buena parte de los alimentos que nutren los pequeños negocios particulares cubanos.
En el argot popular de la Isla se considera de mal gusto llamarle robo al saqueo del inventario estatal. La gente lo ha tachado como “invento”. Sin embargo, este es mucho más eficiente que la deteriorada industria nacional y, como hay billete de por medio, suele funcionar con precisión de relojero.
“Es cuestión de lógica. Si te la das de legal e intentas comprar todos los alimentos en las tiendas en divisas, lo más seguro es que tengas que cerrar las puertas de tu negocio”, cuenta el dueño de una pequeña paladar habanera.
Otro caso, mucho más gráfico por cierto, es el de Josué, quien posee una pizzería que a diario vende entre 400 y 500 pizzas.
“El queso más baratico en la “shopping” cuesta 3.75 CUC el kg, la harina vale 1 CUC por kilo y el puré de tomate entre 6 y 8 CUC la lata grande. Con esos precios para poder vender una pizza y poder sacarle al menos una ganancia mínima, tendría que venderla en 1 CUC”, asegura.
“Todos los meses tengo que pagar más menos el equivalente a 100 cuc de consumo eléctrico. A los dos pizzeros que hacen la masa les pago 10 CUC al día y 4 CUC a la dependiente. Entre impuesto y sindicato tengo que pagar unos 55 CUC al mes. Además, suma a eso los 5 o 10 CUC que le meto en el bolsillo a los inspectores para que miren para otra parte. Si se quiere tener un negocio en Cuba, es casi que obligado conseguir suministros a través del mercado negro”, cuenta Josué.
Justamente ahí entra a jugar una parte muy importante la industria estatal. Al menos, así lo explica Romelio, el administrador de una panadería.
“De acuerdo a las normas establecidas, para producir mil panes redondos de 80 gramos, como el que se da diariamente por la libreta de abastecimiento, se consumen 50 libras de harina y 10 de aceite. Sin embargo, por la “magia” que hace, la mayor parte de las veces esta producción se alcanza con la mitad de los ingredientes planificados, el resto se les vende a los particulares por la izquierda”, asegura.
El aceite se vende “por fuera” a 20 CUP la libra y la harina a 9 CUP la libra.
“Un administrador debe tener los contactos para mover 10 o 20 sacos de harina o más, los cuales se vende cada uno a 700 pesos. Lo mismo sucede con el aceite, cuyo tanque de 20 galones se vende en 1.800 pesos. Por supuesto, la ganancia no es solo para el administrador, ahí se mojan también los maestros panaderos y hasta se salpican los jefes de arriba, ya que el Comercio Interior es una especie de clan mafioso”, añade.
Da igual si se trata de una paladar de lujo o una modesta cafetería, la mayor parte de los dueños de este tipo de negocios se nutre de los canales no oficiales para abastecerse, cuenta Anselmo, dueño de una cafetería.
“Todo se cuadra por debajo de la mesa, da igual si es ron, cerveza o whisky. Los intermediarios nos venden camarones y langostas; de los mataderos se saca la carne de res y el pollo; de los centros de elaboración se consigue el jamón pierna, el lomo y los chorizos. Todo es una cadena, cuyos eslabones principales son los establecimientos estatales”, acota.
Ante la carencia de un mercado mayorista que no acaba de hacerse realidad para los cuentapropistas, la mayor parte de los negocios privados se sostiene robándole al Estados, o dicho de una forma más suave, del famoso “invento cubano”.