Los pequeños empresarios privados cubanos que se dedican a la fabricación de diversas variantes de galletas panaderas han terminado por desbancar al Estado de ese negocio.
A pesar de que algunos fabrican su producto con técnicas artesanales su presencia en el mercado es constante y mucho más diversa que la de la industria estatal, reducida hoy a las “galletas de sal”, de dudosa calidad en muchas ocasiones.
Surgidos bajo el amparo de la licencia de Elaborador/vendedor de alimentos; los galleteros comenzaron a avanzar desde su emplazamiento original en las provincias de Villa Clara y Sancti Spíritus hasta llegar a todos los rincones del país.
Si en un principio los revendedores y comerciantes se desplazaban hasta cientos de kilómetros para adquirir las galletas que producían los pequeños empresarios de Placetas o Trinidad; el establecimiento de nuevos negocios en casi todas las provincias del país ha hecho variar esa realidad.
Un solo cuentapropista produce cerca de 300 paquetes al día que luego venden otros en bicicletas, a pie o en puestos fijos por toda la ciudad.
La galletas de ajo, de mantequilla o de ajonjolí son sabrosas y crocantes; de una calidad y variedad muy superior a las que vende el Estado. De ahí que pocos se preocupen por las condiciones higiénico – sanitarias en que estas se fabrican.
Algunos productores han comenzado a colocar pequeñas tarjetas de presentación dentro de los náilons de las galletas. Es una forma de generar confianza en la clientela y al mismo tiempo ir creando un sentido de marca.
Esto último gusta mucho a los clientes que, ante la gran cantidad de productores que existen, comienzan a demandar las galletas que juzgan mejores y que ya conocen por la “marca del fabricante”.
El único problema es el precio. Los vendedores al detalle las comercializan por lo general a 1.00 CUC el paquete; una cantidad prohibitiva en un país donde el ingreso mensual ronda los 30.00.
Sin embargo, ya han aparecido las galletas en formatos más pequeños que se comercializan a 10.00 ó 15.00 CUP, lo que les permite ir ganando cada vez más mercado.
Los precios de comercialización de los galleteros también varían según la región del país.
En La Habana suelen ser más caros debido a la gran red de intermediarios que existe y que compra al por mayor entre 15.00 y 18.00 CUP el paquete para luego revenderlo a 25.00 de forma ambulante.
En los “días malos” las ganancias de los detallistas oscilan entre los 50.00 y 75.00 pesos, mientras que, en una jornada regular pueden alcanzar los 150.00 y 200.00. Sin dudas un buen negocio por vender galletas.
Buen negocio que sustenta también los ingresos de los productores. Estos no se quejan de lo que ganan con su trabajo, aunque sí de lo difícil que resulta conseguir la materia prima.
En no pocas ocasiones la producción se detiene por falta de harina o mantequilla, dos productos imprescindibles que dependen más del mercado negro que del estatal.
Aún con estas dificultades estas galletas arrasan en el mercado y compiten con ventaja con los paquetes de galletas de sal que vende el Estado, las cuales suelen envejecer y ponerse zocatas en las estanterías por culpa de las exquisiteces que fabrican los particulares.