Un sitio de visita obligatoria para los enamorados, o simplemente amantes del atardecer, es la posición privilegiada que brinda el Muelle Real en la bahía de Cienfuegos.
El Muelle Real fue clausurado para el atraque hace alrededor de diez años atrás, porque no tenía condiciones técnicas seguras. Esos 100 metros de terraplén sobre el mar fueron convertidos luego en un paseo marítimo, en su sitio de descanso, de disfrute, de encuentro social para los cienfuegueros.
Lo primero que llama la atención al llegar al Muelle Real de Cienfuegos es su variopinta concurrencia. Enamorados que se abrazan en un banco a la vera del mar, viejos marineros que pasan las horas con sus cañas de pescar, los niños que juegan al terminar sus estudios del día, o el ir y venir de los pregones tradicionales.
La primera versión del singular desembarcadero data de 1851, cuando se construyó frente a la aduana el muelle de la Real Hacienda.
Aunque también se conoció como Muelle Circular por su forma redonda, hoy se conoce como el Muelle Real. Fue concluido cinco años después de su inicio, en 1856, y estuvo la obra a cargo del ingeniero Manuel Muñoz, quien se ocupó de la formación del presupuesto del atracadero y tinglado.
Para finales del siglo XIX la estructura había sufrido significativo deterioro, por lo que en 1952 se levantó uno de hormigón armado, rectangular, con escalerilla para abordar y luminarias de hierro fundido, según apunta en su indagación la historiadora.
Sin dudas el Muelle Real es uno de los más emblemáticos que ha llegado hasta nuestros días, con incontables anécdotas tejidas en su entorno y preferido por muchos escritores y cantautores para regalar hermosos cantos a este terruño del centro-sur cubano.
Desde el Muelle Real también es posible disfrutar de algunas de las exquisiteces de la comida cienfueguera, pues un restaurant ubicado en su base ofrece algunas variedades de mar entre tragos y cocteles de verano.