Los españoles decían que José Martí era un loco y un alborotador que se buscaba la vida engatusando a los emigrados cubanos para sacarles dinero con la promesa de una guerra que nunca iba a estallar. No obstante, se encontraban tan preocupados por su prédica emancipadora que en más de una ocasión intentaron quitarlo del camino.
Una de las ocasiones en que más cerca estuvieron de completar esta empresa fue el envenenamiento que sufrió con vino en diciembre de 1892 en Tampa, aprovechando que a Martí padecía de sarcocele que padecía. Esto hacía que pudiera olores demasiado fuertes, de ahí que no tolerara el alcohol y tomara vino Mariani como reconstituyente, muy empleado en la época.
El vino Mariani estaba preparado con vino de Burdeos y extracto de hojas de coca (luego simplemente con cocaína), inspirado a su vez por el «elixir de coca Lorini». La mezcla que contenía la bebida producía un efecto estimulador del sistema nervioso central similar al de la cocaína sola, pero que además se veía potenciado por un tercer compuesto llamado etilencoca, producto de la reacción entre un metabolito de la cocaína y el etanol. Su creador sostenía que prevenía la malaria, la gripe y «otras enfermedades devastadoras», y que, gracias al alcohol, se neutralizaban los efectos más agresivos de la cocaína.
Dos agentes al servicio de España lograron colarse como ayudantes de Martí y colocar el veneno en vino. Sin embargo, el sabor de este se había tornado un poco raro y Martí tras solo darse un sorbo mandó a llamar de inmediato al doctor cubano Miguel Barabarrosa, quien le indujo el vómito y le practicó un lavado de estómago.
Según se cuenta, Martí se refugió en casa de la mestiza Paulina Pedroso para recuperarse. Al cabo de un par días, Paulina hizo que se presentaran en la casa los dos hombres que habían intentado quitar la vida a su huésped.
Martí estuvo durante horas hablando con aquellos hombres, quienes salieron de la casa llorando y el Apóstol le comentó a su anfitriona que no se llegara a asombrar si en algún momento alguno de ellos terminaba luchando por la independencia de Cuba.
Las palabras de Martí no estaban lejos de la verdad. Uno de los hombres, Valentín Castro Córdova, se alistó posteriormente en la expedición Sánchez Roloff y terminó la guerra ostentando el grado de comandante del Ejército Libertador. Una prueba más que la palabra del Héroe de Dos Ríos era capaz de llegar al corazón tanto de sus amigos como de sus enemigos.