Casi ningún cubano conoce que en Cuba existen dos tumbas distintas de José Martí y en ambas está enterrado el Apóstol. La más conocida está en Santiago de Cuba, en el mausoleo del Cementerio de Santa Ifigenia, pero en un pequeño cementerio del poblado de Remanganaguas, en el municipio de Palma Soriano, están enterrado su corazón y todas sus vísceras.
El cadáver de Martí llegó al pueblito de Remanganaguas el domingo 19 de mayo de 1895. Solo unas horas antes había caído en combate al pie de un tronco de jobo, cerca del arroyo de Demajagual, ya en tierras del actual Contramaestre, en Santiago de Cuba.
Había sido despojado Martí de sus pertenencias, las que fueron cambiadas por bebidas en un bar de las cercanías. El 20 de mayo, cuatro soldados españoles recibieron la orden de abrir una fosa, no muy profunda, en medio de un fangizal.
En este hueco, situaron el cadáver del Apóstol primero, boca abajo, y encima arrojaron el del sargento español Joaquín Ortiz Galileo. Después echaron tierra arriba de los cuerpos y marcaron el lugar con cuatro piedras en forma de cruz para identificar la zona del enterramiento.
Tres días después, aproximadamente a las 5:30 de la tarde, llegó la orden del Capitán General de la isla de Cuba, Arsenio Martínez Campos, de exhumar el cadáver de Martí y hacer el reconocimiento forense, porque no podían existir dudas de que se trataba de la persona correcta la que estaba allí enterrada.
El doctor en medicina y cirugía Pablo Aureliano de Valencia y Forns, habanero radicado en Santiago, que se desempeña en esa ciudad como práctico forense, se encargó.
El cadáver de Martí, ya en estado de putrefacción, fue extraído de aquella fosa común e inmediatamente, tendido en tierra, el doctor Valencia y su ayudante abrieron el vientre y le extrajeron las vísceras y el corazón, rellenándolo con algodón.
La idea era sacar el cuerpo de allí y trasladarlo a Santiago de Cuba. El cadáver fue preparado, aunque no era posible embalsamarlo completo. Le llenaron el cuerpo de puntos y le aplicaron más de 300 inyecciones de solución de bicloruro al 1 por 600. Después, una solución artesanal de alumbre y ácido salicílico hecha con agua hirviendo sirvió ara dar una especie de barniz por todo el cuerpo.
Así, partió el Apóstol… vigilado por una gran columna española para que los mambises no rescatarán el cadáver. Sin embargo, en Remanganaguas quedaron las vísceras y el corazón de José Martí para siempre. En este cementerio humilde, veintiséis tumbas anónimas lo custodian desde esa fecha y hasta hoy.
El Cementerio de Remanganaguas no es Monumento Nacional. No hay señalización que indique dónde reposa el corazón de Martí… por eso, queda la costumbre, inaugurada por testigos del primer desentierro de Martí, naturales de Remanganaguas, de colocar los oídos sobre tierra, para escuchar la diástole y la sístole del mayo héroe de Cuba.