Puede que no sea un récord Guiness, pero nadie sabe de dónde saca la fuerza este joven cubano que es capaz de mover un minibus con 12 personas dentro y solo valiéndose de la su mandíbula de acero. Algunos le llaman el Hércules cubano, pero Yasmani Fonseca Estrada solo sabe que tiene un «don único».
Este camagüeyano no es de ir a gimnasios a levantar pesas, ni tampoco tiene un físico impresionante, pero es capaz con una soga en su boca de halar pesados automóviles, como si se tratara de un esfuerzo menor.
Hace casi 10 años, cuando trabajaba en el almacén de una panadería en La Habana, le cayó una pesada bandeja de hierra en sus rodillas y del fuerte dolor que sintió se aferró a un saco de harina que tenia cerca usando su boca. Sus compañeros casi salen corriendo cuando lo vieron mover de un lado a otro aquel saco, que pesaba nada menos que 110 libras.
«Tengo un don único y deseo que aparezcan competidores para medirse conmigo (…) Desde niño siempre me costó mucho trabajo comer y lo hace casi sin masticar. Hasta la goma del biberón me la comí muchas veces. Todos los que me recuerda de esos años saben que yo era muy hiperactivo, pero luego me di cuenta que solo estaba desarrollando mi don», comentó el Hércules cubano al diario oficialista Sierra Maestra.
«Primero empecé halando con mi quijada un Willy, después vino un Lada, luego un camión, hasta una pequeña guagua de Transgaviota con 12 pasajeros dentro», relató su hazaña este joven camagüeyano, que apenas mide 1 metro y 54 centímetros.
Después de mover tanto peso, sus dientes no sólo están impecables e impertérritos, sino que tampoco da señal alguna de trastorno mental a pesar de que, a todas luces, lo que hace es “sobrenatural”, como han comentados los médicos y psicólogos que lo han visto.
Confiesa que no tiene una dieta definida, y evita comer con mucha grasa. Los vegetales para él son habituales. Y dice que ya se prepara para mover trenes y aviones. Desborda optimismo, y deja a no pocos escépticos, con la inquietud de conocer hasta dónde podrá llegar…
También están sus brazos. Un día descubrió que comenzaron a robustecerse, “sentí como que habían 10 brazos más, me notaba extraño. Y fue en Garzón, por los 18 Plantas, donde intenté convencer a un chófer de guagua para halarla”.
En un pequeño puesto de frituras, de donde se vale para poder vivir, suele vérsele todos los días en Santiago de Cuba con admirable humildad, a ese sobrenatural hombre que aprendió a mover carros con la boca.